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Como aspecto introductorio y orientador de las siguientes consideraciones en cuanto el término «fallido» refiere, como es usual aquí, se recurre a la guía de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) a fin de explorar dicho concepto, observando que el mismo deriva del vocablo antiguo «fallir» cuyo significado es ‘faltar’, ‘engañar’, y este del latín  fallĕre, consiste en ‘inducir a error’, ‘engañar’, en tanto que con ello comprende el adjetivo: «Frustrado».

Dicho esto, revisemos que en los asuntos políticos venezolanos, lo referente a la guerra de independencia y con ello la era republicana, siempre contaron con la presencia de facciones que debido a la naturaleza de dichos fenómenos derivarían en partidos políticos, de manera que, la contemporaneidad colocó en el escenario de toda la nación, como nunca antes, a los denominados partidos politicos modernos, en cabeza de lo que fueron Acción Democratica y Copei y con ellos una variedad de movimientos con menor cantidad de participantes designados por el coloquio criollo como «el chiripero».

Así las cosas, una vez caída la última de las dictaduras militares propiamente dichas, la llamada era petrolera de la segunda mitad del siglo XX, con contadas excepciones, generó una especie de actor político, para quienes en la generalidad de los casos, lo que les importó fue la política para hacer negocios a modo de una bodega particular. Claro está que, esos inescrupulosos engendros (hechos los «políticos») provocaron que la ciudadanía decente viera en la actividad política algo vil con lo cual no se debería comulgar por el riesgo de ser etiquetado de corrupto, por cuanto, al extremo de la experiencia, la ciudadanía en general asumió que el hacer político era ser ladrón, por lo que había que mantenerse alejado de eso.

A propósito de lo dicho, es curioso observar que hay quienes en la actualidad debaten buscando explicaciones catedráticas al respecto, cuando la realidad está presente con sus causas y consecuencias. De manera generalizada, la experiencia venezolana nos dice que el hecho de hacer la política jamás fue ni ha sido apreciado, valorado y practicado en su esencia originando el desastre de un ejercicio fallido de los contenidos políticos.

En tal sentido, aún están en nuestras memorias las realizaciones de los «actores políticos» y sus aparatos «los partidos», que a modo de un festín o a decir de algunos, de «un carnaval», desarrollaron la particularidad de moverse a modo de maquinaria haciéndolo el epicentro de la acción de los personajes «políticos», quienes hicieron de su desempeño una especie de «show» de estrellas de cine, tv o cantantes de pop o rock and roll. Todo un espectáculo donde las acciones de los jefes, y no tan jefes políticos, resultaron relevantes en actividades que iban desde coronar a una jovencita reina de una fiesta parroquial patronal, inaugurar un semáforo, lanzar la primera bola en un juego de beisbol en cualquier nivel hasta dirigir, coordinar o presidir organismos en funciones públicas en todas las ramas y niveles del poder público.

De aquí que, en sentido general y con contadas excepciones, el carácter del ser político en Venezuela lo menos con lo que se identificó fue con alta gerencia responsable en el logro de importantes realizaciones en el campo del servicio público. A esto, se le sumó el lucrarse de los bienes públicos resultando obvio el apropiarse de los mismos de modo que quien no lo hiciera sería catalogado de aquello que ya está pasando por la mente de quien esto lee.

Entonces, ¿aún cabe preguntarse qué fue lo que aquí ocurrió para pasar del país petrolero rico del hemisferio occidental al más desastrosamente pobre? Por supuesto, si bien no es pertinente generalizar, hay que destacar como aquellos reputados líderes decentes fueron desconocidos, relegados y silenciados en sus propios partidos con la agravante de no generarse la confianza para construir una genuina orientación política. De este modo se perdió esa República.

En consecuencia, hay que observar que los políticos fallidos y la fallida política se han entronizado, de modo que hasta para algunos reputados «opositores» les resultó muy sencillo negociar y cohabitar «adaptandose al carnaval», participando de un asunto ajeno a toda política genuina en sus fundamentos. Ahora, es cuestión de conocimiento y reacción ante una realidad que está aquí exigiendo transformación urgente y emergente en un país cuyo corazón aún late y creemos que con fuerza por su propia sobrevivencia.

Asdrúbal Romero Silva
Abogado, Msc. en Ciencias Penales
Secretario Político municipal – DEM Barinas
@AsdrubalRomer16