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La tendencia del hombre desde su aparición en la tierra, ha sido mejorar cada vez más su entorno; de vivir en las copas de los árboles, pasó a las cavernas y luego a construir chozas. A través del tiempo, en el esclavismo, feudalismo, la revolución industrial, los albores del capitalismo hasta la sociedad actual, el hombre ha sido irreverente ante las desigualdades.

En Venezuela, el primer conflicto laboral del que se tiene noticias ocurrió en 1813, durante la reconstrucción de Caracas después del terremoto de 1812, los trabajadores que laboraban en la torre de la catedral exigieron mayor remuneración por el peligro al que estaban expuestos en las alturas.

Los trabajadores en la construcción del ferrocarril de Tucacas también exigieron mejoras, al igual que los telegrafistas en plena dictadura de Juan Vicente Gómez. Asimismo, los trabajadores petroleros hicieron historia en sus luchas reivindicativas. A partir de los años 60, el epicentro laboral se mudó a Guayana con la puesta en marcha de la Siderúrgica del Orinoco, la construcción del complejo de aluminio y de todo lo que significó el conglomerado de fábricas y comercios alrededor de las empresas de la región.

Inicialmente, bajo un ambiente hostil, precario en cuanto a normas de seguridad, los trabajadores emprendieron sus labores acompañadas de luchas por mejorar su calidad de vida. A través de las convenciones colectivas lograron avances importantes. Este documento legal que regula las relaciones trabajadores/empresa, el cual contiene discriminadas en clausulas las normas económicas, sociales, de seguridad industrial y generales de la masa obrera.

Allí estaban expresados los beneficios de salud mediante los seguros de Hospitalización, Cirugía y Maternidad (HCM), de educación, planes vacacionales de los niños, planes vacacionales para toda la familia, recreacionales, capacitación, comedores, transporte, campos deportivos, clubes de esparcimiento, becas, adquisición de viviendas, bonos de producción, mejoras significativas en los puestos de trabajo, protección a la integridad física del trabajador, y en materia salarial con parámetros de avanzada de acuerdo al rendimiento laboral.

Desde hace unos 10 años el régimen socialista del siglo XXI, se fijó como meta destruir la calidad de vida del trabajador venezolano, comenzó con la promulgación de 26 leyes que ya habían sido rechazadas en la consulta del 2007 y cuyo eslabón de cierre fue la Ley Orgánica de los trabajadores y trabajadoras (LOTTT), donde eliminó el acuerdo tripartito, le abrió la posibilidad a los consejos comunales para que intervinieran en la decisiones de las empresas por encima de los sindicatos y al mismo tiempo, dejó de discutir las convenciones colectivas.

De esta manera, al decretar aumentos en el salario mínimo al mediano plazo, los salarios se van uniformando nacionalmente, tomando en cuenta que el primer empleador es el Estado después de la ola de expropiaciones.

En Guayana ha sido desastroso todo el procedimiento jurídico y legal en el tema laboral, no se han discutido más las Convenciones Colectivas, los puestos de trabajo están prácticamente destruidos, sin servicio de salud, ni siquiera servicio funerario, con un salario de 16 dólares mensuales actualmente y una cesta alimentaria por el orden de los 200 dólares mensuales, esta situación hace que los trabajadores y sus familiares rayen en la desesperación.

En el caso de SIDOR, según los propios números de la empresa, por lo menos 3.000 trabajadores se han ido del país sin siquiera renunciar y dejando las prestaciones sociales. Otros han ingresado a la economía informal, algunos se han ido a otras regiones del país o a las minas de oro y diamantes. Así como ocurre en Sidor también ocurre en el resto de las empresas básicas, ya se ha vuelto “normal” ver a trabajadores deambulando por las calles de Ciudad Bolívar, Upata, Puerto Ordaz y San Félix.

Casi semanalmente fallece un trabajador por falta de atención médica, y después los familiares no saben cómo cubrir los gastos funerarios. Definitivamente el socialismo del siglo XXI se propuso acabar con la calidad de vida de los trabajadores de Guayana, para utilizar el hambre como arma política de dominación, y lo está logrando.

En las últimas horas hemos visto un renacer de la vena protestataria laboral en Guayana. Estamos seguros que esa insurgencia va a dar al traste con las pretensiones castrocomunistas, para enrumbar a Venezuela por el camino de la prosperidad en un modelo de respeto a la propiedad privada, de seguridad jurídica, protección social a los trabajadores y de libertad para la superación individual.