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Hoy, en el séptimo aniversario de su muerte, quise escribirle a alguien que no conocí en vida, pero que se ha convertido en la principal motivación para seguir luchando en esta tierra abandonada que llamamos país.

Aquel doce de febrero acabó tu vida, y comenzó mi camino hacia la rebeldía de hacer política, de levantar la voz por encima de quienes siguen queriendo oprimirnos. Tenía catorce años apenas, recuerdo llegar del colegio, y leer sobre una multitudinaria manifestación en Caracas. Vi las fotos, parecía una épica, los chamos estaban en la calle, en su día exigiendo lo que les pertenecía.

Estuve feliz por ustedes, por nosotros. Hasta que comenzó a correr el rumor de un primer caído. Un chamo asesinado por una bala que simbolizaba el terror de aquellos días. Eras tú, chamo. Fuiste el primero de los caídos, tu nombre comenzó a retumbarme en la cabeza cuando leí la noticia.

Recuerdo las fotos, que ya no producían satisfacción por ver a tantos jóvenes en las calles, el miedo y la rabia se hicieron dueños de mí. Vi como caíste, como te cargaron.

Te lloré, como si se tratase de un hermano, de alguien cercano. No te conocí, pero desde aquel trágico día te siento mi hermano.

Sé poco de ti. Sé que eras joven, que la noche anterior dejaste un mensaje que terminaría siendo profecía. “Salí a luchar por Venezuela, si no regreso, me fui con ella” y lo adopté como mi nuevo lema, desde aquel día, tu serías el motor de la rebeldía de todos los que aquella tarde te sentimos nuestro.

No sé dónde estudiabas, o si trabajabas, pero sé que nos hubiésemos encontrado en el universitario, tú haciéndole fuerza al Táchira, y yo al Caracas. No tengo idea de cuando naciste, tampoco me importa, pero recuerdo perfectamente el día que caíste.

Eran terroríficas las imágenes de los chamos cargándote, el desespero en sus rostros, y la vida abandonando el tuyo. Aquel día, tu caída me hizo firmarme una promesa, no descansar hasta que tus asesinos paguen su deuda.

Eres tú, fue tu muerte el motivo de mi incansable deseo de libertad, para que nunca más un venezolano tuviese el mismo destino que tuviste en aquella acera cuando de un golpe caíste sobre ella.

Tu nombre marcó un antes y un después en la vida de millones de jóvenes, hoy eres tú, junto a todos los que han ido cayendo, la fuerza, el coraje y la valentía de todos nosotros.

No conozco a tu familia, tampoco pretendo que lean esto, es simplemente un desahogo de siete años de verte caer repetidamente, de leer tu nombre en cada pared de la república que se niega a olvidarte, a ti y a tu valentía.

Gracias Da Costa, porque tu rebeldía nos ha inspirado a lo largo de estos años. Gracias por enseñarnos lo que es la valentía. Gracias eternas, chamo.

 

@alvarojardim99

Coordinador de Vente Joven Vargas