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Perdonen que este artículo esté escrito en primera persona. Pero es que a veces siento que, a los que nos dedicamos al ámbito político desde la perspectiva ciudadana, se nos ve como si estuviéramos ajenos a lo que sucede en nuestro entorno, y nada más alejado de ello. Por eso quise compartirles el relato de un día cualquiera en mi vida, que estoy segura que se parece mucho al de cualquiera de ustedes, donde quiera que estén.

El espanto y el dolor.

Viernes, 6:30 am. Mis primeros pensamientos al despertarme fueron –y siempre son- para mis hijos, mi madre, mis hermanas, mi familia. Ganas inmensas, de esas que duelen en medio del pecho, de abrazarles y de pasar el día con ellos, riéndome de sus ocurrencias, llorando sus preocupaciones, celebrando sus logros, sin pensar en nada más. Reviso el teléfono, a ver si hay algún mensaje de ellos. Respiro, pienso que estoy aquí, así lo decidí, por lo que toca activarse.

Comienza la jornada, voy revisando las metas del día, preparando café, con la rutina de entusiasmo que procuro llevar a cabo al inicio de cada día. A esa hora, nos llega la noticia del fallecimiento de un joven amigo, compañero del partido, en el interior del país. Un joven brillante, alegre, con muchas ganas de vivir, que decidió quedarse y desde acá dar lo mejor de sí en función de concretar su sueño de libertad en Venezuela. Toda la rutina se detiene, el dolor se aprieta en el corazón, junto a la rabia por pensar que nuestro amigo ya no alcanzará a ver su sueño hecho realidad.

Difícil de asimilar, aunque lamentablemente, no es un hecho aislado ni novedoso en este último año, donde además de la pandemia del socialismo, los venezolanos nos hemos visto agobiados también por la pandemia de la covid-19. De ese momento en adelante, durante todo el fin de semana, siete momentos duros como el del viernes temprano. Siete compañeros o familiares de compañeros, cuyas voces ya no estarán más acompañándonos. Se dice fácil, pero es muy duro. Pero lo es mucho más, cuando sabemos que este dolor que sentimos es parte de la vida de nuestros connacionales, no sólo por causa de la pandemia, sino a causa del sistema que nos intenta someter. No cesan de llegarnos las noticias similares de parte de amigos, familiares, vecinos…

Los buenos somos más.

Es hora nuevamente de respirar, porque hay que comenzar la serie de reuniones de trabajo del día. No sin antes reflexionar que cuando te planteas hacer política en Venezuela desde una perspectiva diferente, enfocada a demostrar que es posible hacerlo con ética, con conocimiento, con respeto a las capacidades del ciudadano, con empatía y solidaridad, parecería cuesta arriba, pero resulta que es lo que el ciudadano está esperando. En ese sentido, junto a la tragedia de saber de tanta gente con tantas dolencias, que sus recursos y el sistema de salud destruido por el socialismo del siglo XXI no pueden resolver, nos montamos en procurar tejer redes, para ayudar en todo lo que se pueda. Difundiendo los casos, contribuyendo con algún recurso, invitando a otros a contribuir, y nos encontramos con decenas de amigos y compañeros que, desde donde están, van poniendo su granito de arena para que el entorno mejore. Y con ellos, profesionales de todas las disciplinas de la salud, por supuesto.

En las reuniones de trabajo del día nos encontramos un gran despliegue de talento en todos los ámbitos, dispuestos a ponerlo a disposición para construir la Venezuela de futuro que todos anhelamos y nos merecemos. Venezolanos especialistas de altísimo nivel en casi todas las disciplinas en muchos lugares del mundo; organizaciones ciudadanas que vienen trabajando también en proyectos maravillosos, que no han descansado, que día a día investigan, explican, desarrollan, calculan, articulan con otros, comparten, para que en el momento que sea requerido, su aporte esté listo para ser activado en este gran sueño que es la Venezuela Tierra de Gracia, un modelo inédito de República liberal que estamos seguros ubicará a nuestro país a la vanguardia de la región, en términos de libertad, prosperidad, innovación y modernidad. Te llena el espíritu de satisfacción saber que hay gente así para todo, en todos los lugares, y en todas las áreas, llenas de ideas, de ilusión, pero sobre todo, de inmensas ganas de llevarlo a cabo. ¡Es una maravilla!

La alegría de la vida… en la distancia.

Siempre comento que aquí no viven marcianos. Los que estamos trabajando en política desde Vente Venezuela, somos ciudadanos como cualquier otro de los connacionales que viven en nuestro país, es decir, atravesamos las mismas realidades, las mismas dificultades y situaciones que cualquier otro venezolano. Familias separadas, es uno de los factores más comunes en el transcurrir de nuestras vidas, y al cual no soy ajena. Entonces, también nos toca celebrar mi cumpleaños y el de mis hijos, a través de la pantalla del teléfono, abrazar con palabras y mensajes de voz sus triunfos y sus angustias, las de nuestra madre y hermanas. Atender las dudas de lo que pasa en Venezuela, intentar responder la pregunta de hasta cuándo, transmitir fe y esperanza, animar y recibir ánimo, llorar y reír.

Un paréntesis importante, esencial y necesario, salpicado por la irregularidad de nuestro internet, que tampoco es una novedad para nadie. Terminas la videollamada con una mezcla de alegría por verlos, nostalgia porque no estamos juntos y no sabemos cuándo podremos estarlo, y agobio, por tantas caídas de señal y reconexiones que sucedieron para poder comunicarte con tu familia. Y celebraciones a través del Whatsapp y del Facebook con los amigos, con los compañeros, historias que se van entrecruzando del hoy y del hace tiempo, que terminan configurando el universo actual -dirían mis hijos- en el que nos movemos.

Hay otros paréntesis que también salvan, porque si no estamos sanos espiritualmente, nada útil podremos hacer, no importa las ganas que tengas. Por eso, tengo que agradecer a mi familia, pero también a personas queridas, que aunque en la distancia, han sabido estar muy cerca, para escuchar cuando el desasosiego aparece, sugerir ideas, actividades, proyectos no sólo para ti, sino para los equipos con los que trabajamos; amigas que te estimulan a que tomes de nuevo la guitarra y te atrevas con aquello que tanto te gustaba, o que siempre están dispuestas a compartir la emoción de los logros de los hijos, que a veces, podrían pasar desapercibidos porque el día sólo tiene 24 horas, y en Venezuela quedan cortas para tantas cosas que nos llegan por todos lados. ¡Gracias, mil veces gracias!

Entren que caben cien, pero con orden.

El día a día que planifico al inicio, no siempre se cumple a cabalidad, es más, podría confesar que pocas veces se cumple exactamente como lo planifiqué. Nuestra labor se ve interrumpida por contactos que llegan, consultas, preguntas, propuestas, dudas, críticas. A todos tratamos de responderles, porque en definitiva, lo que más abunda es trabajo por hacer, de modo que nuestra responsabilidad es escuchar y canalizar hacia el lugar o área en la que esa persona o propuesta encajará mejor. En ello invertimos una gran parte del día, que se resta de las otras tareas, pero es muy reconfortante y satisfactorio, porque el saldo al final del día suele ser muy positivo.

Claro, para poder hacerlo bien, hay que tener claro el foco, los ejes estratégicos, y las acciones necesarias. Procuro permanentemente tener las referencias frente a mí, para no distraerme o desenfocarme en el proceso. En esta vorágine de país que vivimos, condimentada además con las idas de luz, o con la llegada del agua que nos obliga a dedicarnos a labores domésticas que requieren del vital líquido, las caídas de la señal de internet, o las salidas a buscar los insumos para subsistir, entre otras cosas, es muy fácil desenfocarse. Normal, pues. Y todo lo que haga para recordarme hacia dónde queremos ir, y cómo lo queremos hacer, contribuye con que aunque momentáneamente me distraiga, siempre vuelva a la ruta que es, y mucho más importante, pueda contribuír con ello a que los que están trabajando conmigo, se mantengan enfocados también. Entendiendo las dificultades del otro, y ayudando a que las supere. Acompañando la angustia, sin perder de vista el camino al que debemos volver. El foco está en alcanzar la libertad, la de verdad, y en el interín, hacer todo lo que está a nuestro alcance para construir la fuerza interna y externa para empujar hacia ella, al tiempo que vamos alistando la visión que al alcanzarla, llevaremos a cabo.

Epílogo: sin descanso, hasta vencer.

Termino la jornada muy tarde, pero supongo que esto tampoco es desconocido para ninguno de ustedes. Trato de resetear mi cerebro haciendo alguna actividad totalmente distinta a lo que hago en el día, y así no me siento abrumada antes de dormir. Leo mucho, pero no sólo de la política venezolana, sino de las tendencias en el mundo en campos de mi formación profesional, o en aspectos para mejorar mi desempeño. Veo series o películas, en fin, como todos.

Mis últimos pensamientos del día también son para mis hijos, mi madre y mis hermanas. Siempre las incluyo en mis oraciones, siempre agradeciendo tenerlos y pidiendo a Dios que nos proteja, para encontrarnos pronto. Y siempre la misma inquietud, la interrogante con la que comienzo el día también: ¿Por qué no estoy con ellos? ¿Qué hago aquí, sola, con tantas ganas que tengo de abrazarlos y disfrutar su compañía?

Y entonces me respondo yo misma, lo que hace al menos 9 años le respondí a mi madre, después de las elecciones del 7 de octubre aquel, cuando me preguntó por qué seguía esforzándome en política, viendo que es una actividad tan ingrata.

Mi convicción es que, mientras yo esté aquí, en suelo venezolano, no concibo otra cosa que hacer lo que esté a mi alcance para transformar mi entorno. Desde el más cercano, el trabajo de construcción de partido, que comencé hace esa misma cantidad de años cuando decidimos fundar Vente Venezuela, pasando por todo lo que se requiere para la articulación con otros, internos y externos, que nos permita profundizar y tener lista la propuesta con la que estoy segura que todos tomaremos las riendas de nuestras vidas, y de nuestro país, en libertad, y lo convertiremos en una Tierra de Gracia. Es la convicción, el anhelo, y la esperanza con la que comienzo y termino cada día, contabilizando avances, y repasando la lista de cosas que no culminé hoy, y que se suman a las que debo completar mañana, porque esta tarea es hasta vencer.