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En medio del inmenso desasosiego en la ciudadanía venezolana, producto de la expansión hasta ahora incontenible del Coronavirus, hay grupos que persisten en dos ideas fundamentales; las dos favorables al régimen del terror, las dos contrarias a los deseos democráticos de libertad de nuestra sociedad y de los amigos que desde afuera, nos apoyan en el sostenimiento práctico de esos elevados conceptos humanos.

Los grupos que, casualmente, lideran esas propuestas políticas en la actualidad son los mismos de la cruenta derrota de la supuesta oposición en los pasados comicios fraudulentos de diciembre. Los mismos personeros bien llamados «alacranes» en el argot político popular; venenosos y mortíferos son. Pululan en sus movimientos por todos lados, haciéndole el criminal juego al régimen en busca de sostenerlo, de prolongar su macabra estancia en el poder.

Las ideas, trampas caza bobos, son las de considerar la unidad política como la posibilidad última de salida del régimen. Luego, esa unidad tendría un fin electoral. No un fin para desfenestrar al poder desconstituido hace rato, sino el fin de darle largas ¿infinitas? A su continuidad. ¿Qué ocurriría si mañana hay elecciones regionales en Venezuela? El régimen del terror repartiría sus cargos, tal como repartió la constitución renovada del Consejo Nacional Electoral, a su medida, en una acción dirigida por supuestos diputados marcados no por ser precisamente opositores, aunque así quieran lucir en su mal teatro de marionetas, sino por el uso de gorros pequeños, de gorrines, diría el saber popular: «zamuros cuidando carne». Así pues, prevalecen en el ambiente las ideas unitaristas y electoralistas. Las dos contrarias a la libertad y a la democracia en estos momentos por su fin último: hacerle el juego al régimen. Ya la idea del poder comunal dejaría sin efecto cualquier viso de poder regional. Ya crearon la alteridad.

La unidad, en la que creo por cierto, no es una gestada por el régimen del terror a su medida con sus finalidades preservadoras de su hegemonía totalitaria. La unidad debe ser la ejecución de un plan que deshaga finalmente a la tiranía criminal y la eche definitivamente del poder. Pero en eso no hay consenso, porque se buscan cargos automáticos. En la mala creencia, negada, de que el régimen repartirá algunas tajadas, restos de su control.

La lucha por la democracia, por la libertad, por sacar a estos terroristas del poder, no puede ser en «negociaciones» con ellos como grandes integrantes de la «solución». La lucha debe persistir contra ellos, solo contra ellos, como los enemigos que son, como los destructores del Estado que luchan por mantenerse aferrados al poder y para eso usan sus fichas muy bien compradas. La adversidad del Coronavirus, además, impide el accionar político actual y favorece al régimen del terror, pero eso será asunto de un texto futuro.