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Prefirió Nicolás mandar a hacer la ley, en lugar de despecharla él mismo. El gesto le permite ampliar el catálogo de publicidad sobre las zonas económicas especiales, más hacia adentro, como una promesa, que hacia afuera, porque los grandes capitales saben muy bien cómo está el país. No hay analista de riesgos de inversión que no se jale los pelos al analizar el caso venezolano. Los más turbios y golondrinos inversionistas, son los que están frotándose las manos. Y el régimen socialista necesita de esta bomba de oxígeno, aunque la sepa a mediano y largo plazo inútil para el desarrollo económico, aunque – total – no le interesa, sino satisfacer a los grupos mafiosos que los sostienen, comprar las armas y equipos represivos que se agotan.

El tema tiene relación con el Estado Comunal, ese artificio gigantesco y devorador de los recursos fiscales que ya necesita meterle directamente las manos en el bolsillo a la gente, incluyendo la depreciación y el posterior desconocimiento de la propiedad privada. El éxito de los chinos con sus zonas económicas especiales, es una buena bandera, aunque – siendo directos – cinco regiones están alquiladas para sostener al resto del país que continúa bajo el atraso y, faltando poco, subyacente una reprimida diferenciación, hay nacionalidades en el extenso y poblado país asiático que algún día reclamarán su tajada política y económica. Siendo una experiencia económicamente tan exitosa, son distintas las condiciones que imperan en Venezuela. Yendo al grano, después de tantas décadas, en China hay una clase política y una burguesía que no es meramente funcional, importantísima. La Unión Soviética logró una nomenclatura que respondió luego a la debacle, aunque demasiada pervertida y mafiosa, originada en los altos mandos de la policía política, como un poco se explica la de Corea del Norte y desea explicarse con Díaz Canel en Cuba. Acá no existen esos cuadros dirigenciales del oficialismo, con la capacidad y la eficiencia de los chinos. Y, sabiéndose tan limitados, prefieren el negocio trapichero y oscuro. De modo que son ilusiones vanas las que intenta la usurpación con esta nueva promesa de prosperidad que intenta infructuosamente catapultarse junto al Estado Comunal, a la altura de la efectividad que tuvo aquella vieja promesa de la constituyente en 1998.

Rodolfo Sanz, es el padre de la fórmula de rezonificación. Sin embargo, hay que hacer varias precisiones, enunciándolas. Hay zonas económicas especiales, desde hace varios años, añadida la decretada a finales de 2020, a favor de la Fuerza Armada en el estado Aragua, alrededor de una empresa forestal, incomprensible para los “zonólogos”, expertos en los espacios económicos excepcionales. Sin decretarla como tal, en el siglo XX, el desarrollo de la industria pesada de Guayana se acercó un poco a la fórmula, pero, en el XXI, por convencional que fuera, junto a los puertos libres, zonas francas y otras áreas excepcionales encaminadas a un estadio superior a lo chino, sucumbieron. No por casualidad, Sanz ha sido nada más y nada menos que ministro, y su modesta pasantía como funcionario de la gobernación mirandina sólo sirvió para convertirse en diputado, el más madurista entre los maduristas de la Asamblea Nacional ilegítima, a objeto de volver al gabinete ejecutivo en la zona especial – esta vez – de la economía y de las finanzas, así no fuese vicepresidente ejecutivo del área. Ya había intentado ser el ideólogo que el régimen orgullosamente no tiene, con otros libros, pero en diciembre pasado publicó y vende una edición digital de “Zonas Económicas Especiales en Venezuela”. Siendo más de lo mismo, quien desee conseguir una síntesis de su tesis, puede irse a su intervención en el hemiciclo de abril pasado con motivo de la fastuosa presentación del proyecto de Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales. Le reconocemos su radical franqueza.