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La pandemia ha representado todo un reto para el mundo entero, sacando a relucir el lado más débil y vulnerable del ser humano; una lucha en la que han perecido millones de personas, y cuyo efecto colateral ha dejado en jaque a la economía mundial. No obstante, las particularidades que se desprenden del caos generado por el Estado fallido del desgobierno de facto en Venezuela, ha generado un caldo de cultivo atractivo para el COVID-19. 

Una crisis humanitaria que se agudiza cada día más, ha convertido en tragedia, la historia de miles de venezolanos que a diario huyen del caos. El deterioro y la casi inexistencia de servicios básicos, han dejado en penumbras a toda una nación que lucha constantemente para permanecer en un país que ha impuesto un sistema anárquico de supervivencia. 

Es así como el panorama nacional expresa por sí sólo la dimensión del problema social, político, económico, alimenticio, laboral, educativo, cultural, sanitario, institucional, comercial, eléctrico y potable que han despojado a sus ciudadanos de las condiciones mínimas requeridas para respetar la vida y la dignidad del ser humano; pero por muy increíble que parezca, la situación se agudiza en el occidente del país, específicamente a la Región Andina, cuya historia ha sido insignia de la lucha incólume contra éste régimen opresor.

El Táchira: Una región arraigada a sus raíces y a la libertad, una región que durante años ha sufrido los castigos implacables de un régimen inhumano, que le ha cercado de manera especial por resistirse a sus absurdas trampas, una región cuyas instituciones ha intervenido y modificado cual antojo, una región de ciudadanos resilientes llenos de fuerza para enfrentar las adversidades y la persecución a la cual están sujetos, y que ni aun así ha logrado doblegar. Una región que es testigo de la suerte que miles de venezolanos sufren con hambre y pies descalzos.

Es así como una región de ciudadanos trabajadores ha sido estigmatizada por su frontera a la cual pretenden aplicar un Derecho Penal del Enemigo, una frontera que dicho sea de paso un día fue la frontera más viva y más productiva de Latinoamérica, pero que hoy por hoy ha sido tomada a la fuerza para convertirse en el refugio y centro de operaciones de grupos irregulares, cuyo “poder” de armas, pretende sustituir el imperio de la ley.

Pero como si esto fuese poco, la pandemia ha sido la excusa perfecta para mantener un control absoluto de la población en detrimento de sus derechos fundamentales: los racionamientos eléctricos, la anulación de un sistema funcional para surtir combustible y gas, la imposición de restricciones de circulación y laborales, el hermetismo presente en la frontera y la selectividad con que se viene desplegando el plan de vacunación, han generado una violación sistemática de Derechos Humanos y una burla a las garantías constitucionales.

Desde la ventana de la coordinación regional de Derechos Humanos, levantamos la voz a favor del respeto a la vida, la libertad y a la dignidad de nuestros ciudadanos; y hacemos énfasis en la necesidad de marcar una ruta libertaria que sea coherente con la dimensión del daño que han prolongado en nuestra nación, y que en especial, hoy sufre nuestra región de una forma muy marcada, pues los estigmas del comunismo, hoy son más palpables en Táchira. Venezuela, ante este camino incierto, la fe, el coraje y la templanza marcarán el camino a la libertad.

 

Abg. Yesika Rojas Mendoza
Coordinadora de DDHH de Vente Táchira
@NuevaVisionJdca