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(Caracas. 24/02/2022) Editorial de Pedro Urruchurtu en Aquí Se Habla Libertad- RCR.  “El mundo condena, mientras Putin dispara”:

Vladimir Putin le ha declarado la guerra a Occidente. El tirano de Rusia lo ha hecho a través de la invasión a Ucrania frente a un Occidente que, a pesar de haber tenido desde hace semanas todos los indicios de sus intenciones gracias a los servicios de inteligencia, optó por el apaciguamiento y la subestimación, una vez más, en lugar de frenarlo.

Putin ha decidido avanzar mientras el mundo bueno retrocede, dejándole el terreno libre a los criminales y sus socios para hacer lo que quieran y preparándose para las ya predecibles medidas que las democracias del mundo pueden tomar contra ellos. Sí, el mundo sigue apelando a las medidas democráticas contra quienes no tienen escrúpulos y esa es la razón por la que hoy, 30 años después de una paz bajo amenaza latente, Europa vuelve a escuchar las sirenas que anuncian guerra. Todos reconocen que se equivocaron al subestimarlo, pero nadie toma partida para actuar.

En el recuerdo y en la vergüenza quedan las imágenes de una ONU cuyo consejo de seguridad daba discursos grandilocuentes mientras Putin declaraba la guerra e iniciaba el ataque. Sí, el eterno dilema de las relaciones internacionales en una sola imagen: micrófonos vs. balas.

Hoy, la realidad es que el desconcierto de Occidente, por elección propia, es su mayor debilidad, y también es la fortaleza del tirano ruso, porque sabe que puede avanzar mucho más sin que nadie lo detenga. No hubo la voluntad de hacerlo antes y ahora será más difícil.

La ONU habla mucho de su carta, pero atrás parece haber quedado el famoso artículo 51 que habla del inherente derecho a la legítima autodefensa individual y colectiva cuando un país miembro de la organización resulta atacado. La corrección política, la diplomacia estéril y el apaciguamiento se impusieron creyendo que con eso lograrían calmar al monstruo que hoy ataca militarmente, pero que tiene años atacando en múltiples frentes, desde lo financiero hasta lo ciberespacial, anunciando su llegada inminente.

Occidente creyó que el apaciguamiento les traería paz y fue la realidad la que se encargó de declararle la guerra.
Putin durante mucho tiempo se contuvo, por las razones que sean, desde una mano dura en la Casa Blanca -o un amigo-, hasta lo que parecía un mundo consciente de los desafíos de la seguridad y de la defensa y que, hasta hace unos años, parecía dispuesto a todo para responder. Eso cambió y Putin lo sabe.

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Por eso sigue hacia adelante y ataca, cargándose a todo el derecho internacional, a todo el sistema de contención que por mucho tiempo estudió hasta saber cuál era su punto débil. Por ingenuidad o cobardía, nuestro hemisferio hoy se debate sobre su propia existencia, mientras Rusia, China, Irán, Turquía y tantos otros comienzan a percibir que es su momento estelar.

Usted que me escucha, amigo venezolano dentro o fuera del país, sepa que esto nos afecta directamente. Por un lado, el régimen criminal se ha congraciado con Putin, al igual que los regímenes castrista y de Ortega. Por el otro, el régimen venezolano ha convertido, aún más, a nuestro territorio en parte de un conflicto que sabemos cómo empezó pero cuyas consecuencias son inimaginables. No olvidemos que viene denunciándose la presencia militar rusa en territorio venezolano, junto a radares en la frontera y mucho más. Allí hay un teatro de operaciones que puede desatar lo peor, si no entendemos la magnitud de lo que enfrentamos.

Por eso es que Occidente debe reaccionar, aunque sea tarde. No frenaron a Putin y ahora es Putin quien arremete contra ellos y los paraliza. El tirano, en su mejor muestra de desafío, sabe que el mundo no pasará del “profundopreocupacionismo” y de las condenas, hasta que decida hacerlo.

El mundo condena mientras Putin dispara. La OTAN piensa cómo proceder, mientras Putin ya sabe que puede llegar mucho más allá de Ucrania si así lo quiere. El gran problema del mundo libre es que optó por mostrar preocupación, pero no ocuparse. Ahora, los ocuparon. Los ocupó Putin.

Hoy nos toca estar firmes, al lado de Ucrania, como estuvieron con nosotros, los venezolanos, en 2014. Pero también como parte del mundo libre y de la sociedad que somos. A pesar de los inútiles rechazos categóricos y las, hasta ahora, nulas acciones, debemos acompañar a los ucranianos en su anhelo y lucha por la libertad que es el mismo que el nuestro. El mundo y los buenos en retirada le han puesto en bandeja de plata a los malos la peor de las armas: la impunidad.

Eso se traducirá en lluvia infinita de comunicados enquistados en los tiempos de la diplomacia, mientras la realidad causará dolor y estragos. Europa ha entrado nuevamente en guerra y sólo la determinación y la voluntad de Occidente puede detenerla. Putin no lo hará, porque Putin lo inició.

Si los aliados de Occidente, en particular Estados Unidos, abandonan a Ucrania y a su propia estabilidad, estaremos atravesando tiempos muy oscuros y jamás habrá victoria. El abandono de los socios confiables es otra forma de traición y hoy, indefensos, eso puede ser una condena.

La diplomacia, los mecanismos que provee y las sanciones sólo serán efectivas en el momento en que se empleen partiendo de la naturaleza criminal evidente de los tiranos, o como dijo la OEA hoy, del crimen internacional supremo, y no desde la falsa naturaleza política que estos pretenden vender. Actuar a partir de lo segundo es una derrota segura para Occidente. Hoy ha fracasado la diplomacia, y los hombres débiles nos trajeron tiempos difíciles.

Es una guerra y ganarla está en manos de Occidente, hoy en Ucrania.

Como decía Albert Camus, la estupidez insiste siempre. Y, yo le agrego, también la cobardía de los débiles.