Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

No es menor el problema de desinformación política en el que se encuentra el venezolano hoy día, setenta años de influencia socialista han permeado fuertemente en su conciencia de muchas formas; desde su escolaridad ha sido bombardeado por los medios de comunicación, su alma máter, el discurso y quehacer político común a este período.

Toda la influencia socialista de tantos años y en diversas presentaciones (desde la socialdemocracia y socialcristianismo hasta el comunismo totalitario) han confundido sistemáticamente a la población en lo referente a sus verdaderas intenciones. Apelando al sentimentalismo, y muchas veces a la buena fe de la gente, han manipulado hechos de tal forma que los conceptos y estandartes que enarbolan sean vistos como buenos, cuando realmente sus trasfondos son criminales.

Uno de los conceptos tan eficazmente disfrazados y manipulados por el pensamiento izquierdista es el de la justicia social, el cual ha tomado un papel protagónico en la opinión pública; bien podemos ver que en cada proceso político los candidatos y demás partícipes, casi sin excepción insisten en medirse a ver quién ofrece mejores propuestas en torno a la justicia social, en las universidades se elogia a los estudiantes que tengan iniciativa en cuanto a mejorar las condiciones para más y mejor justicia social, las instituciones académicas están repletas de profesores que enseñan sobre su importancia y vitalidad; incluso recientemente, tras el plebiscito del 16 de julio de 2017, la dirigencia política opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) presentó un acuerdo de gobernabilidad en el cual, su base central fue, efectivamente, la justicia social.

Ahora bien, éste término, aunque cargado emocionalmente con la realidad social del ser humano, lo que propone dista mucho de una justicia verdadera. Si fuese realmente justicia, ¿por qué no basta con la definición tradicional de justicia de darle a cada quién según se merecen sus acciones? ¿Por qué añadirle el componente social? ¿La hace más justa? En realidad no, la justicia social propone, en primer lugar que la conducta del ser humano no es guiada por un conocimiento interno sobre lo que es justo, sino por agentes externos específicos, y en segundo lugar, que nadie debe ser reconocido responsable por su condición social.

Si así se hace, entonces estaríamos achacando la culpa a la víctima, que esto, en esencia, es la base de la justicia social; culpar a otros por las desventuras que pueda pasar una persona, reconocer que es “el sistema opresor y quienes lo controlan” el culpable de su estatus. Pero esto no es más que el reciclado discurso de lucha de clases que propone el marxismo clásico, en donde su sufrimiento está directamente imputado a personas poderosas y por ende hay que destruirlas.

Otro concepto inherente a la justicia social es el colectivismo, tal cosa como la responsabilidad individual no es tomada en cuenta, aquí no importa si como persona se hace algo bueno o malo y sea retribuido según esa acción, en este caso lo que importa es el grupo al cual pertenezca ese individuo y si pertenece a la clase que es “opresora u oprimida”, determinando así qué grado de justicia será aplicado a cada quién. Siendo así, lo que tipifica a una persona como objeto de justicia social es su pertenencia al grupo que ya previamente ha sido calificado como oprimido, sin importar si sus buenas o malas decisiones lo llevaron a la situación en la que esté. Lo que importa es que si pertenece al grupo de los oprimidos debe combatir al sistema opresor, y si es del grupo opresor debe resarcir a quienes dañó con su éxito.

Aunque disfrazado con el pretexto de “ayudar a los más desfavorecidos”, el trasfondo de esto es criminal, pues implica que arbitrariamente alguien decidirá quien o no es merecedor de tal justicia y a costa de quién deberá ser administrada. Si vemos los postulados que manejan los defensores de la justicia social en la actualidad, vemos que una de sus frases más insignes es la “Distribución equitativa de las riquezas”, ésta frase presupone que si tienes mucho, eso está mal y por eso debes darle a quien no tiene, porque posiblemente el está así por tu culpa o por culpa de los otros que también tienen.  Por supuesto, esto desemboca en leyes y políticas públicas donde, una vez claro quién es víctima y quién es victimario, se procede a ejecutar las medidas dispuestas para distribuir los bienes en cuestión.

Esto es, además de un robo descarado, un premio a la envidia, al resentimiento y un castigo severo al esfuerzo y a la creación de riquezas, una arrogancia sin precedentes; alguien se cree lo suficientemente bueno como para decidir y disponer sobre los bienes y riquezas de terceros, y para colmo de males, pretendiendo que hace justicia como si gozara de cualidades suficientes para gobernar todas las decisiones individuales y premiar a cada cual según sus méritos.

Si bien es cierto que en un ámbito de plena libertad no siempre las mejores decisiones serán las mejores recompensadas, el mal se va a proliferar, las buenas ideas se verán acorraladas y parecerá que la situación en definitiva no es justa; precisamente porque se trata de un entorno en el que tanto la posibilidad de éxito como de fracaso existen y por ello no puede garantizar resultados favorables para todos. Pero también es cierto que ninguna persona (o partido/gobierno de turno) puede garantizar una regla universal donde las necesidades de cada individuo sean plenamente satisfechas.

Un entorno de respeto absoluto por la vida, propiedad y libertad del ser humano presupone que los individuos son responsables de las decisiones que tomen, que cada uno deberá obtener el fruto de lo que haya trabajado, ahorrado, invertido y/o heredado, y es allí donde se encuentra la verdadera justicia, dónde cada quién responda por sus acciones individuales y no por las características imputadas al grupo social, racial, económico o cultural al que pertenezca; en donde la ayuda al prójimo tenga real mérito en la voluntariedad y no en el robo. Si de verdad la preocupación fuese la igualdad de oportunidades, es precisamente en un entorno de libertad y verdadera justicia donde cada vez más personas serán recompensadas por su esfuerzo y podrán salir de su estado de pobreza.

Hoy el ciudadano venezolano debe entender que es un individuo por sobre todo, no miembro de un grupo y que la verdadera justicia está en que su dignidad como ser humano sea reconocida como tal, donde el ejercicio de su libertad conlleva hacerse responsable por las decisiones que tome y no que otros deban pagar por ellas. También debe recordar que una vez que la justicia social entra en escena, el fruto de su esfuerzo no tardará en ser entregado a otros, por la fuerza.

@JCroce1