Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

(Anzóategui 23.09.18) Solamente en la locura o cegado por la soberbia y la ignorancia un hombre es capaz de cometer tantos disparates juntos como lo ha hecho en los últimos días Nicolás Maduro. De un plumazo decretó la unificación salarial eliminando la histórica conquista de la contratación colectiva de los trabajadores venezolanos, después se fue a China a pedir nuevos préstamos y lo que consiguió fue que los asiáticos le vendieran otro satélite chimbo, seguramente a precios exorbitantes.

De regreso hizo una parada en Estambul para comerse un banquete de carnes, con finos licores y habanos personalizados incluidos, en uno de los restaurantes más caros del mundo, propiedad del famoso chef turco Salt Bae, mientras que  cientos de miles de venezolanos se mueren de hambre, comen basura o huyen despavoridos del país para poder sobrevivir. Como si no fuera suficiente, a su regreso ordena a la dirección de contrainteligencia militar, llevarse presos a dos bomberos merideños por participar en una pieza humorística donde lo comparaban a él con un burro, por lo que los apagafuegos podrían ser condenados a 20 años de cárcel. Y la comidilla sigue, en medio de un pueblo desesperado por la crisis y amargado por las ilusiones defraudadas.

¿Qué está pasando? ¿Por qué Nicolás Maduro comete esta serie de errores catastróficos? ¿Lo hace a propósito, por maldad  o por incapacidad? Son preguntas que se hace el pueblo venezolano en todos sus niveles, oficialistas y opositores, conscientes de la tragedia nacional, de su condición de habitantes de un país completamente colapsado en todos los ámbitos, enterados del altísimo índice de desnutrición que hay, víctimas directas o indirectas de la delincuencia desatada,  de la  mortalidad en los hospitales y clínicas por falta de equipos y medicinas, hartos del desamparo oficial, asqueados de la rampante e insaciable corrupción de funcionarios públicos civiles y militares y cansados del caos y del desorden existente.

Si tuviéramos que responder esas preguntas, lo primero que habría que destacar es que resulta evidente que Nicolás Maduro Moros dista mucho de proyectar la figura de un estadista. Más bien es todo lo contrario. Además habría que señalar que llegó al poder por el destino de la vida y de la muerte de su mentor, Hugo Chávez. Llego al poder de repente. Sin pasar previamente por la exigente carrera política que debería hacer todo aquel que pretenda acceder al poder en un país normal. Llegó incluso sin exhibir mayor talento político ni intelectual. Coronó con una cartilla comunista debajo del brazo. Más nada.  Dicho de otra manera: llego por suerte o por desgracia, dependiendo del cristal por donde se mire.

Luego, el oropel del poder, los lujos, la corte de aduladores que lo rodea, las fracasadas recetas comunistas ordenadas desde Cuba,  lo cegaron por completo y perdió, en consecuencia,  todo contacto con la realidad.  De allí su obstinada negación a admitir, por ejemplo,  que Venezuela vive una crisis humanitaria espantosa, negar que millones de Venezolanos están huyendo del país, afirmar que en Venezuela no existe desabastecimiento, ni aceptar que los principales servicios públicos como electricidad, agua, gas y transporte están completamente destruidos.

Por eso, igualmente, ya nada le importa.  Se cree invencible. Todo poderoso. Que puede hacer lo que le dé la gana. Incluso cometer  imprudencias suicidas como esa de  eliminar de un plumazo los contratos colectivos a los trabajadores, a pesar de que se jacta de su origen obrero; o grabar un video degustando un banquete de carnes, justo cuando en el país no se consigue carne ni pollo en ninguna parte o meter preso a un par de bomberos porque supuestamente ponen en riesgo la seguridad del estado  cuando simplemente utilizaron el humor para manifestar sus descontento contra un gobernante de turno, como lo hacen en todas partes del mundo desde tiempo inmemoriales. O sea,  usar el humor como una arma para estimular la reflexión y un vomito de verdades a través de la risa.