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(Caracas 03/10/18) Salimos a una entrevista de televisión en un canal del estado Trujillo, su energía se mantenía intacta, como que si no hubiésemos viajado más de cuatro horas desde Mérida. Tomó un café pequeño para evitar que se notaran los efectos de llegar casi de madrugada, debido a una fuerte lluvia en el páramo que hizo más difícil sus curvas.

Al terminar la entrevista, justo al frente del canal, una cola impresionante de pensionados que esperaban para cobrar su pago correspondiente, se acercó y al llegar solo se escucharon aplausos. Al abrazar a los ciudadanos una frase común: “Eres la única, sigue luchando”.

Aquella caraqueña realiza esfuerzos por mostrarse fuerte, inquebrantable: de hierro. Pero cada vez que algún venezolano le dice que confía en ella, es un peso que significa que muchos tienen la esperanza puesta en ella y eso la compromete mucho más con su lucha por la libertad.

María Corina Machado decidió visitar todo el pueblo de Valera y así inició otra de esas aventuras que ella te hace vivir. Aquellas que te dan temor, preocupación y al mismo tiempo te llenan de emoción, aprendizaje y pasión.

Me gusta recordar por qué la acompaño y la respuesta siempre es la misma: Es un aprendizaje en la política, es algo que te llena y te enseña, pero además no hay cómo decirle a ella que no porque a su lado el camino parece más fácil.

Llegamos al pueblo de Valera y lo primero que observamos es que la mayoría de los comercios se encuentran cerrados, una señal de que el régimen logró lo que quería: acabar con los sectores emprendedores del país. También hay edificios desgastados que se sostienen solo con esperanza, santamarías esperando ser levantadas de nuevo y una ciudadanía haciendo largas colas sin esperanza de que las cosas mejoren.

Mientras camino solo recuerdo el libro de María Elena Lavaud, La Habana Sin Tacones, donde narra lo más doloroso que han dejado los casi 60 años de la dictadura cubana. Intento grabar aquello que estábamos viviendo, pero no pude evitar pensar en que caminaba por las ruinas de la capital de Cuba.

-“Esto es la Habana. Es lo que decía Maria Elena: edificios destruidos, comercios cerrados, ciudadanos sin esperanza y el caos de intentar sobrevivir en medio del desastre que dejan este tipo de sistemas”, pienso al tiempo que ella llama para grabar un testimonio.

-“Dormimos toda la noche aquí, nos quitaron 600 bolívares para supuestamente pagarnos y ahora salen y nos dicen que no nos van a pagar. Aparte se quedaron con los 600 bolívares”, reclamó una pensionada.

En medio de aquella situación, un círculo rodeaba a una mujer, al llegar una señora de 65 años aproximadamente. Estaba sentada intentando respirar, con lágrimas en los ojos solo alcanzó a decir: “No puedo, estoy aquí desde anoche”. Sí, la señora llegó desde la noche anterior y no había sido atendida, el ataque respiratorio no solo era por el sol y el fuerte calor, sino también porque no se alimentaba desde la mañana anterior.

Al ver las lágrimas de aquella señora, solo pensaba en lo que debe estar padeciendo, en la necesidad que tiene de mantenerse allí a pesar de su condición de salud. Sin saber lo que podíamos hacer por aquella dama, solo se escuchó un susurro a su oído: “Esto no es justo, vamos a vivir mejor”. ¿La respuesta?, un abrazo y otro par de lágrimas que salieron de aquella trujillana.

La situación era tensa, algunos decían que había llamado a miembros del régimen para que nos agredieran. El deseo por salir y pensar que todo había sido una pesadilla había llegado.

Sin embargo, Cori (como la llamo regularmente) seguía caminando y hablando con la gente. No les ofrecía sopa, ni cajas de comida solo llevaba con ella una frase: “Podemos y vamos a estar mejor. Confío en ustedes”.

Aunque las palabras no llenan el estómago, como una sopa o cajas de comida de algunos políticos, alimentan algo más poderoso: la determinación de una ciudadanía que apuesta a vivir de una manera distinta con dignidad, prosperidad y libertad.

Al salir de ese lugar noté que en medio de aquel dolor que vive la mayoría de los venezolanos, su fe y esperanza se mantiene intacta. Los venezolanos, sin duda, somos personas fuertes que aunque algunos quieran humillar o arrodillar, su espíritu de libertad y democracia nadie los quiebra.

Al ver a todo el equipo solo pudo decir “Que increíble lo que vivimos”, cuando ella dice eso es porque la aventura fue un aprendizaje, pero más importante, lo dice porque fue una inyección para continuar adelante.

Su compromiso con el país es grande y aunque muchos la critican ella confía en los ciudadanos que en cada estado que llegamos le dicen: “Creemos en ti, eres la única” y esa es su motivación: saber que a pesar de que hay riesgos y amenazas, también hay una mayoría de ciudadanos que creen en ella, así como ella confía en más de 30 millones de venezolanos.