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José Luis Rodríguez Zapatero. Ese nombre retumba en la conciencia de los venezolanos, pero no porque represente algo bueno. Todo lo contrario, su intromisión en favor de los intereses del régimen de Maduro le ha hecho ganar el repudio y la crítica de quienes lejos de verlo como un “mediador”, lo ven como el “lava caras” de la tiranía venezolana.

No me referiré al sinfín de conocidas, parcializadas y descaradas actuaciones del señor Rodríguez Zapatero –o Zapatero, a secas, como le llaman- que se resumen en falsos diálogos, en una “benevolencia” que excarcela a rehenes políticos que siguen estando presos y amenazados, en amistades malévolas con los hermanos Rodríguez (casualmente coincidiendo en sus apellidos) y en el descaro, sin precedentes, de echarle la culpa a la oposición de la situación que atraviesa al país o a las sanciones de que haya venezolanos pasando hambre o huyendo de Venezuela en un éxodo sin precedentes.

Ahora bien, Zapatero no ha avanzado tanto porque sea el más astuto; ha llegado hasta donde la misma dirigencia opositora se lo ha permitido. No debemos olvidar que muchos en la oposición sirvieron la mesa para que el impresentable Rodríguez Zapatero avanzara en su propósito, que no es otro que el de darle tiempo al régimen de Maduro, con la excusa de querer “paz” y “diálogo”. Aunque algunos, por no tener opción, se han decantado por desestimarlo, quedan todavía aquellos que pretenden seguir aupando a un cómplice del crimen, como lo es Zapatero.

No eran pocos los que sabían de las intenciones del señor Zapatero. Nunca pretendió mediar en nada, sino ser un actor más, de talla internacional, para hablar en nombre del régimen, simulando estar en el centro, pero poniéndose del lado de la muerte y de la mentira. No conforme con haber dejado a su país, España, en uno de sus peores momentos, ahora pretende ser protagonista de la destrucción de Venezuela (y mancharse la conciencia de sangre, dolor y miseria).

Con Zapatero murió el referéndum revocatorio en 2016, mientras esa oposición le aceptó un falso diálogo; con Zapatero se enfriaron los cuatro meses de protestas del 2017 en las que el régimen de Maduro mató a cientos de venezolanos, pues esa oposición prefirió deshonrar esas vidas de héroes y se desvió a otro falso diálogo auspiciado por Zapatero. Zapatero convalidó el fraude constituyente y las farsas electorales subsiguientes. Así, Zapatero se colocaba como el artífice de la supervivencia del régimen, con una oposición que le hacía el juego. ¿El resultado? Políticos encerrados en sus contradicciones, exiliados, presos o perseguidos.

Hoy, ya siendo tarde, algunos de esos opositores que gustosamente se reunían con Zapatero, le sonreían y creían en él, dicen que su rol pretende defender a Maduro y que eso es inaceptable. Es el mismo síndrome de querer olvidarse de las cosas, como si el señor Zapatero no hubiera tenido esa intención desde el principio. De pronto, Zapatero es malo, pero para muchos en la oposición, por muchos años, nos hicieron creer que era un poco bueno –algunos, incluso, aún lo sostienen-.

Así pagó Zapatero, mientras ahora la falsa oposición le sigue sonriendo, esa que no está dispuesta a que Maduro se vaya, porque si él se va, se van ellos también. Esos oportunistas pretenden aceptarle la propuesta de que, a cambio de no haber nueva constitución, dejen a Maduro juramentarse el 10 de enero de 2019 con la promesa de elecciones generales en 2019. Para tal fin, el señor Zapatero pretende utilizar al nuevo gobierno español, comenzando por Pedro Sánchez, su “hijo político” en el PSOE, para disfrazar de institucional una actitud compulsivamente cómplice. Hay que ser imbécil para seguir creyéndole a ese hampón y despiadado para hacerle el juego. Ya tendrán que explicarle al país los señores Falcón, Ramos Allup y Rosales, entre muchos otros, el porqué de su afán, después de cuatro años.

Él se ha comportado como un mafioso más, en tono amenazante, afirmando que si hay sanciones, hay consecuencias, pretendiendo hacer creer que son las sanciones las culpables de la tragedia venezolana y no el régimen que nos mata, pero que a él le paga para vivir bien.

¿Quién asume la responsabilidad de haberle lavado la cara a Zapatero mientras él le lavaba la cara a Maduro? ¿Por qué ahora sí es malo y antes no? Tuvo que haber exilio, persecución y humillación para que quienes tanta confianza le dieron al señor Zapatero, ahora se le opongan. ¿Era necesario?

Insisto, parece tarde para el arrepentimiento. Zapatero avanzó gracias a ellos y lo que esa oposición hoy vive es consecuencia de, parafraseando a Winston Churchill, haberle dado de comer al cocodrilo pensando que se comería a otros, y haber terminado comidos.

Lo cierto es que, pese a eso, hoy todo el país repudia a Zapatero y sus intenciones. Son pocos los que aún pretenden vestirlo de cordero, cuando el mundo y los venezolanos saben qué clase de personaje es. Ya nadie le cree a Maduro, traiga a los Zapateros que traiga, y todos estamos dispuestos a hacerle entender al señor Rodríguez Zapatero que lo único que queremos es que se largue de nuestros país. El mundo democrático nos acompaña, como para creer en un miserable y oportunista como él.

Hay que reconocer la labor que la Fracción 16J dignamente hace para presionar a la Asamblea Nacional para que declare persona no grata a Zapatero, aunque muchos diputados se nieguen. Esa labor era una deuda pendiente, era necesario; es justicia. Apenas el comienzo de la justicia, que llegará para todos y hasta para Zapatero.

A usted señor Zapatero: váyase de una vez y por todas. Usted es un impresentable. Ya basta.

Twitter: @Urruchurtu

Instagram: @pedrourruchurtu

 

Vía Caraota Digital