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Hace 20 años atrás nadie pensó en despedir a amigo y familiares, y no porque se mudaran de Maturín a Caracas o de Barquisimeto a Isla Margarita; sino porque se irían a Lima, Madrid, Miami, Johannesburgo, Dublín, y a cualquier otra ciudad más allá de nuestras fronteras. Nadie siquiera lo imaginó como una historia de ficción.

Millones de venezolanos han tomado la decisión de emigrar, donde los únicos testigos de esa decisión son la espada y a pared, es decidir entre la opresión y la libertad, la vida o la muerte. El término inmigrante para los venezolanos no funciona, hoy son refugiados. Para nadie es fácil separarse de la familia por un tiempo indefinido y menos a distancias tan extremas, que solo son acortadas por las esperanza de quienes “por algo se quedaron” y por la libertad de quienes se fueron.

¿Cuánta gente se ha ido? Nadie tiene números exactos, lo único cuantificable es que ya no están, porque se nota el vació en cada hogar, en cada calle, en cada pueblo de Venezuela.

¿Por qué se han ido? Si hacemos una cronología de razones, comenzaríamos por quienes se fueron hace 20 años, ellos avizoraron el desastre y no se dejaron engañar; los que se fueron hace 15 años, cuando tras el golpe de Estado de 2002 se dieron cuenta cuanto egoísmo, traición, complicidad y corrupción había en la ya oxidada casta política que aparentaba oposición al régimen de aquel militar, y que comenzaba a contaminar la naciente generación de políticos venezolanos; junto a ellos, fueron al exilio los humillados por la recién desenmascarada dictadura de “el arañero”, los expulsados de PDVSA y la FAN.

Hace 10 años, comenzaron a irse mucho más, pero ahora huían de la delincuencia desatada por la creciente destrucción de los sistemas judiciales y de seguridad; Caracas estaba ya tomada por la delincuencia organizada y cada día incrementaba el número de secuestros y muertes violentas en las grandes ciudades de Venezuela; al interior del país, ya la calma de las urbes desaparecía, en cada barrio se multiplicaban las células delincuenciales a gran escala, el narcotráfico se incrementaba bajo la mirada complaciente de quienes ostentan el poder del Estado.

Cinco años atrás, ya los venezolanos no huían, eran obligados a irse del país por razones políticas, se triplicó la salida por Maiquetía; ahora, comenzaba realmente lo que hace 20 años advertían, destruyeron la Democracia y comenzó la desaparición de la República, Venezuela fue secuestrada por bandas armadas que hoy dominan y “gobiernan” desde Miraflores.

Venezuela, desde 2013 entró en lo que catalogo como un “sueño intermitente”, el país estaba más dormido que despierto, pero cuando despertaba causaba terror en aquellas cuatro paredes en el palacio. Sin embargo, el desplazamiento forzoso de venezolanos no se detenía. 2015, la gran oportunidad, 112 Diputados, Venezuela había despertado, y muchos que se fueron, increíblemente regresaron para luchar y vivir lo que sabían sería la etapa más cruel de esta batalla, en la que los golpes dejarían heridas de muerte. Pero, ¡sorpresa!, la traición se convirtió en protagonista en 2016 y 2017, el óxido de los políticos de la izquierda opositora venezolana fue lanzado hacia quienes murieron y quienes estuvieron a punto de perder la vida por la libertad.

Y comenzó el fenómeno del éxodo venezolano, golpeados moralmente decidieron irse por miles; Maiquetía y la obra de Carlos Cruz Diez ya desgastados, las fronteras al occidente y sur empapadas de lágrimas de tristeza y decepción son las protagonistas de lo que hoy el mundo observa, atónito. Los que se han ido desde 2017, también huyen como los inmigrantes de hace una década, pero esta vez huyen del hambre y la miseria, hoy cruzan fronteras y recorren caminos a pie, el mundo no solo observa, también actúa.

Muchos se han ido, millones, sí; pero, ¿Y los que nos quedamos? ¿Por qué nos quedamos? A pesar de los golpes morales, las heridas de guerra y muerte, la soledad, la tristeza; hay algo que, junto a la esperanza no nos hemos dejado quitar, la dignidad; nadie ha podido contra ello, ni la izquierda socialista que gobierna, ni la izquierda que le hace el favor de “oponérseles”. Los que nos quedamos, más allá de no querer separarnos de nuestras familias, o porque la asfixiante economía socialista a penas nos deja comer a medias, “por algo nos quedamos”. Nos quedamos porque somos quienes confiamos y estamos con quienes merecen el respeto político de todos los venezolanos, no se han “doblado para no partirse”, han sido lógicos y coherentes en su transitar político, tan claro y sincero que a la oxidada clase política de izquierda en Venezuela le incomoda.

Por algo nos quedamos, y ese algo no es más que la libertad, y la seguridad de que somos los responsables de dirigir el país que vamos a recuperar; ese “algo” es lo que va a pasar, lo que todos hemos querido que pase y que pocos se atreven a decir, va a pasar, cuando nadie se lo espere, y va llegar, cual Caballo Viejo de Simón Díaz, “no hay horario ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan”, no nos vamos a dar ni cuenta, cuando aquella mezcla olivas, celestes y blancos hagan brillar sus estrellas al cielo para dar paso a otras culturas.

Por algo nos quedamos, y ese algo hará que nos abracemos al regreso de los que se fueron.

@diliojose