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Para quienes dudan de la propia, la dignidad humana, luce como un don de pocos. Para todos, indistintamente del oficio, del estatus, de la ideología política, del credo religioso, inclusive  de los gustos,  amigos o dones que se tenga, existe una buena noticia: todos somos dignos, si, usted y ellos  también. Todos tenemos dignidad,  solo debemos  reconocerla en el otro y conservar la propia.

Conviene aclarar entonces, que la dignidad hace referencia al valor que posee  cada persona al ser  merecedora  de respeto, en tanto que es persona, sin importar sus condiciones, es decir, es el valor de la esencia  del  ser humano. No en vano la Declaración Universal de los Derechos Humanos y  los Pactos de Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales tienen su fundamento en  La Dignidad Humana,  reconociéndola como inherente a todas las personas.

Conocido  esto, resultan paradójicas  las reacciones  de algunos personajes  de la política venezolana  y  no de pocos intelectuales, esos mismos que a ratos señalan que están  al servicio de la gente,  y que luego parecen olvidarlo cuando desmeritan a quienes les demandan principios y  valores  en el ejercicio de su deber, llegando inclusive,  a  partir de su menesterosa estima personal,  a calificar de petulante, ridículos y  hasta de fascista  a quienes se los demandan, mientras  que a otros, menos avezados quizá, les invade un ataque de ira que solo consigue reposo en el maltrato personal, las denuncias sin pruebas, la  risa nerviosa y la burla sostenida, “parecieran mandados”, como dice un amigo.

La dignidad no da de comer, para qué carajo sirven las sanciones morales cuando tenemos problemas  más “relevantes”,  hay que ser prácticos, dicen reiteradamente,  a ellos conviene recordarles que  la dignidad humana se ha incorporado a los ordenamientos jurídicos nacionales de los Estados, vinculándosele  con conceptos, como la autonomía, la libertad y la igualdad para  que cualquier persona que valiéndose de ventajas atente contra estos “valores superiores” sea corregido moralmente, es por tanto un deber, conservar intacta la dignidad propia y la de sus representados, en el caso de que sea usted político, en todo caso le conviene recordar que los pueblos si tienen dignidad.

Recientemente, el Parlamento venezolano censuró  por mayoría la conducta de un ciudadano español y aquí me detengo para señalar que se trató de la censura a un ciudadano y no a un gobierno como se pretendió hacer creer, en una acción que le valió a la Fracción 16 de Julio un mes exacto para que fuese votada en la cámara y que generó  todo tipo de reacciones como las antes descritas, no obstante en ninguno de sus argumentos, los críticos ha podido explicar la razón por la cual la presencia de un señor que lleva tiempo atentando contra la dignidad de un país que decidió ser libre les resulta tan grato.

Según se desprende de las reacciones de algunos parlamentarios e intelectuales, su preocupación (según ellos) no estaba en declarar o no  grato al ahora inadmisible Zapatero, su preocupación radicaba en la pertinencia de dar o no el debate, porque según sostienen el tema es irrelevante y a propósito de ello me pregunto ¿Si el tema de Zapatero es tan irrelevante por qué se preocupan a tal punto de construirse  una narrativa para justificarse?  Lo irrelevante no se explica, lo es y ya.

Para algunos el tema  Zapatero divide la unidad, quizá también sea propicio el momento para recordarles  que la “UNIDAD” no se perdió ese día, por lo que resulta insubstancial suponer que quienes presentaron la propuesta de declarar persona no grata a el señor Zapatero favorecen el quebrantamiento de una idílica unidad que ya estaba rota, que si bien es importante, debe ser construida sobre la base de propósitos  compartidos para avanzar. Como quiera que el pensamiento único no existe y  la sociedad  es en su conjunto diversa, le corresponde a la Asamblea Nacional por ser el foro político por excelencia debatir (contender) propuestas con el debido respeto, para ello existe un reglamento interior y de Debates,  para luego fijar posición, y eso fue lo que se hizo.

De seguro que una vez aclarado el  asunto en adelante serán muchas más las coincidencias que las desavenencias,  pues que yo sepa aquí Zapatero no es “papá” de ningún parlamentario como para “castigarlos” con la mesada para el recreo,  si esa fuera la impresión que producen las reacciones que anteceden, habría que reconocer que si bien la Dignidad no se da, ni se quita, esta si se entrega.

Finalmente como depositarios de la dignidad en tanto que humano, nuestro comportamiento debe estar encaminado a llevarla con honor y decoro en cada momento y en cada lugar,  representándola  en cada propósito y en cada acción que tengamos, porque  hoy más que nunca ¡La Dignidad Si Cuenta!

@DignoraHernandz