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La sociedad actual ha evolucionado a tal punto que la creación de grupos y movimientos en defensa de los que consideran ser “los más vulnerables”, algunas veces termina por socavar las libertades de la real minoría: el individuo. 

Una sociedad donde lo políticamente incorrecto resulta ser un sacrilegio y la defensa del individuo una total condena, es la principal característica de lo que ocurre en algunos movimientos que insisten en alcanzar derechos, que hace varias décadas ya se alcanzaron, al menos en  Occidente.

Aquellos que en su momento lucharon por la reivindicación de los derechos de la mujer, quienes no querían más que ser tratadas ante la ley al igual que eran tratados los hombres, lograron al mismo tiempo demostrar independizarse y protegerse a sí mismas, además del derecho al  voto y la píldora, por ejemplo. Esto siempre demostró fortaleza, no debilidad; igualdad ante la ley, no privilegios; independencia no  proteccionismo.

No ha sido más que las libertades económicas, políticas y civiles, pero también la libertad de equivocarse y enmendar, lo que hoy tienen a las mujeres triunfando en las empresas, mercados, y desde luego, en la política.

Esta última la más cuestionada.

En pleno siglo XXI se llevan a cabo luchas en Occidente como si nuestro caso fuese en Oriente, luchas que van por encima de otros sólo por el género y que no son reivindicativas sino caprichosas e inocuas para el verdadero empoderamiento femenino.

Iniciando por las cuotas, que insisten en repartir cargos iguales entre hombres y mujeres, anulando la competencia sana, las habilidades e inteligencia, sabemos que debemos ser tratados iguales ante la ley en cuanto a la defensa de nuestras libertades individuales: vida, libertad y propiedad; pero es menester saber, que hay áreas donde algunos se desenvuelven mejores que otros, y que nada tiene que ver con el género, sino con la capacidad, preparación y estrategias.

La lucha por las cuotas se ha convertido en la  principal bandera de algunos movimientos feministas y al mismo tiempo el gran obstáculo para quienes se desenvuelven en política, un mar de tiburones que en vez de fortalecer, sensibilizan y victimizan.

Las cuotas no son garantía de llegar a ocupar cargos públicos o de relevancia, lo que se ha logrado es que nos  vean como discapacitadas que necesitan derechos especiales, y lo único que necesitamos es libertad.

Afirmar esto en una sociedad donde lo políticamente incorrecto es un sacrilegio, termina por excluirte o ser blanco bajas descalificaciones como “ser víctimas del patriarcado”, acusando y condenando el derecho de disentir, pues quien no este de acuerdo con las luchas de estos pequeños movimientos, automáticamente es atacado y excluido, entonces, ¿de qué igualdad hablamos?, pues la realidad es que hay una lista larga de mujeres que sin importar su género, derechos especiales o privilegios, hoy están triunfando por sus virtudes y no por lo que un papel con letra muerta exija como mandato

Es vital recordar, además, la teleología original del liberalismo, el porqué de su concepción: abolir una sociedad donde no existía equidad, donde la misma ley las promovía y defendía las desigualdades. Volver a abogar por la creación de leyes que las destaquen, que brinden tratamientos especiales a determinados grupos, atenta frontalmente contra los principios liberales, contra la república, contra la tradición institucional de  occidente y más grave aún, contra el mismo individuo.

Como decía Aynd Rand: “La minoría más pequeña del mundo es el individuo. Aquellos que niegan los derechos individuales no pueden pretender además ser defensores de las minorías”.

No es con leyes especiales que lograremos nuestros objetivos personales, es con libertad que se demuestra el talento y el talante para prosperar. La política y la vida en general, es ruda, dinámica y cambiante; nadie más que de nosotros mismos depende de como afrontarlo. De nosotras depende si levantarnos o victimizarnos, si exigir privilegios o luchar por la libertad, si estancarnos o avanzar. ¡Avancemos!

@Mariaoropeza94