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La tumultuosa realidad venezolana, nos lleva a emplearnos a fondo para anhelar continuar una lucha de David contra Goliat, donde David es el pueblo y el gigantón un régimen desprovisto de humanidad.

En una lucha está implícito la preparación, la inteligencia, el esfuerzo y el sacrificio; este último puede ser la muerte o sufrir heridas que nos lleven a retirarnos de futuras contiendas. El venezolano siente el desgaste, no hay motivación y raya en la desidia. Se inicia una etapa de todos contra todos, donde -citando algunos pasajes del escrito de Wolfgang Gil Lugo- los hombres vuelven al Estado de Naturaleza hobbesiano; es decir, que se niega la existencia del alma y solo existe el cuerpo físico. Dejamos de sentir y pensar desde un aspecto analítico para convertirnos en autómatas e irracionales, lo que nos impulsa a una guerra constante de unos contra otros y al perderse la autoridad, como efectivamente sucede, se subraya una situación anárquica y, con ella, el irrespeto a los derechos particulares y, en consecuencia, constitucionales.

El venezolano está siendo manejado, de tal manera, que sucumbe a una situación de nuda vida -la vida desprovista de todo significado- y puede ser sacado de todo contexto social, político, cultural y tratado como proyecto, como plan, como tarea histórica, como mero residuo, como objeto de experimentación; puede ser aniquilado -como ha sucedido- sin que esto entre en la esfera de lo punible; todo lo anterior es tratado desde un punto de vista filosófico de mera vida, pero con significados reales que convergen en una población robótica, que es manipulada hasta convertirse en zombis que, sin voluntad, subyacen a las directrices de un régimen que redunda, a placer, en posiciones tiránicas.

Los que no hemos sucumbido al hechizo de los embaucadores políticos, debemos insistir, en nuestro entorno, para salvar algunas almas infectadas con el virus de la retórica comunista, esa que nos ha llevado a un marasmo psicotrópico y dependencia patológica. El deber es revertir esos efectos, analizar con propiedad y convertirnos en humanos sanos, para crear una sociedad homogénea, liberal y republicana; debemos desprendernos de todo aquello que nos haga sucumbir a los desmanes de un sistema calculado para la muerte y la destrucción.

La mejor forma de morir, es en nuestro país, dignamente, perseverando en la lucha para alcanzar nuestra libertad e independencia del yugo invasor y de instigadores antinacionalistas. Erigirnos como libertarios, es una meta para lograr un País armónico y con esperanza de vida.

Imperativo es, destruir este sistema populista. Un sistema que ha sido copista del fascismo de otros países, donde se ha sembrado y cosechado el terror, sólo para dominar y demoler voluntades. En el ámbito socio-político existe un asesino en masa que no ha sido detenido: ladrones y violadores impunes; corruptos y narcotraficantes que se pavonean entre sus riquezas ignominiosas y mal habidas; se han convertido en prófugos de la honestidad y de la sensibilidad humana, no se detienen ante nada para lograr sus bajas acometidas. Nos obligan a suscribirnos a una identificación, ilegal, para darnos -unos que otros- suplementos alimenticios, farmacéuticos y pago de nóminas, inducidas; rubros, estos, que forman parte de un derecho propio y fundamental del pueblo venezolano.

Convertir a Venezuela en una nación próspera y ejemplarizante es una labor de cada uno de nosotros, ciudadanos venezolanos; es nuestra responsabilidad y nuestro objetivo. Deslindarse, de esto último, es cobardía y abulia hacia una Nación que nos ha dado todo; desprendernos de ella y lo intrínseco que representa, para cada uno de nosotros, es matar nuestro País. Debemos liberar los brazos, y dejar las pantuflas a un lado…, tenemos que despertar de la inercia.

La libertad no es gratuita, se gana con sacrificio y con honor. A veces no hacen falta brazos y piernas para tener autodeterminación; como dice la canción “Vive tu libertad”, autoría del mexicano Manuel Castillo:

No hacen falta piernas para correr

No hacen falta brazos para abrazar

No hace falta llanto, hace falta fe

Hacen falta manos para ayudar 

Si, hacen falta manos para ayudar y para ir en la búsqueda, persistente, de un país mejor. Disfrutar de calidad de vida y obtener lo que nos merecemos con esfuerzo, trabajo y tesón; como resultado, recibir, en buena lid, la recompensa de la libertad.  Sin esta, se obstruye la re-construcción de una nación para la prosperidad. Es nuestro deber unirnos para el logro de la victoria; debemos hacer un llamado a nuestros coterráneos al unísono de nuestras voces ¡Vente…! Vente a luchar por tu País, vente a luchar por la Patria que todos queremos y merecemos. Si en esta lucha, tenemos que morir, moriremos con honor.

Miguel Aguilar