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Aunque el título de este artículo suene duro, pareciera que eso es lo que esperan quienes llaman a una calma imposible y a una solución inexistente: la salida del régimen por las buenas. Si algo demostró el pasado fin de semana, es que ese régimen –asesino y criminal por demás- está dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias, aferrándose al poder hasta el final.

Algunos hablan de que hay que evitar una guerra en Venezuela; otros dicen que no hay posibilidad de aplicar el principio de la “Responsabilidad de Proteger” o R2P, porque no hay conflicto armado; otros persuaden de que sólo una solución entre los venezolanos es la que resulta posible; y hasta otros dicen que todo dentro de la diplomacia, porque fuera de ella, nada.

Todos esos que hoy defienden tales posiciones terminan por enviar un mensaje claro: actuarán cuando ya no quede nadie, ya sea porque se fueron, porque murieron o porque nos mataron. Hemos visto como el régimen acribilla y dispara sin pudor contra los venezolanos; hemos visto que no le importa ni guardar las formas. También sabemos el tipo de fuerzas que operan en Venezuela. Nuevamente hay que decirlo: no, la solución no es posible entre venezolanos, en el mismo momento en que Cuba, Irán, Hezbollah, Hamas, las FARC, el ELN y cualquier cantidad de fuerzas oscuras, adicionales al narcotráfico, tomaron partida y poder de Venezuela.

Los mismos que dicen que en Venezuela no aplica el R2P porque no hay conflicto armado, prefieren ver cómo el régimen mata a los venezolanos indefensos, convirtiéndose en cifras que alimentan sus informes y preocupaciones, pero que no resuelven nada. Es decir, es válido que nos maten, porque nosotros no tenemos armas. Eso es el colmo de la irresponsabilidad (y muchos de esos dicen ser defensores de derechos humanos).

Pretenden, además, vender como guerra e intervención militar, lo que es la intervención humanitaria que, logísticamente, requiere de despliegue militar, pero que no representa conflicto alguno. Con eso, se lavan las manos, dicen que hay que atender la crisis humanitaria, pero esperan que el régimen que provocó esa crisis, reciba los alimentos y medicinas. Eso es tan humillante como irrespetuoso con quienes hoy claman justicia y poder vivir.

La diplomacia y sus tiempos, aunque recientemente han sido efectivos, ya no responden a lo que la gente necesita. Los países parecieran querer lavarse las manos y seguir reuniéndose para emitir comunicados que son impecables en esencia, pero inútiles en acción.

¿La huida de militares ayuda? Pues sí, pero ¿es ese el objetivo?, ¿tener una diáspora militar o que desde adentro restituyan el orden?, ¿será que entienden que todos somos rehenes y que lo único que puede salvar nuestros destinos es una liberación real? Este es uno de tantos ejemplos.

Somos rehenes condenados a muerte y enfrentando a criminales. No podemos solos. No se nos puede pedir más como sociedad y como individuos. Ya no es un tema de expectativa o de triunfalismo; es un asunto de fuerza que nos trasciende. Es hora de entenderlo.

Mientras exista una hipócrita comunidad internacional, consciente de lo que el régimen es, pero incapaz o indispuesta a combatirlos como debe ser, tendremos a un país desangrándose y muriéndose. Si ese el rol que jugará la comunidad internacional, pues se darán cuenta de su error, cuando ya no quede nadie.