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(Tucupita. 06/03/2019) El pasado 23 de febrero, las esperanzas del pueblo venezolano y la comunidad internacional estaban puestas en un solo objetivo: La entrada de la ayuda humanitaria al país; producto de un esfuerzo inmenso de parte de gobiernos, políticos, activistas y voluntarios, pretendiendo atender la grave crisis por las que pasa el país en las áreas de salud y alimentos, las cuales cada día cobran la vida de cientos de venezolanos, que claman atención a sus necesidades.

Cuando creíamos haber visto todo de una dictadura, debilitada, pero aferrada al poder por medio de la fuerza militar y paramilitar, arremetieron contra lo que fue la esperanza de un pueblo, que se aferraba a la vida y la libertad, la ayuda humanitaria. Violando no solo el derecho a la vida si no el derecho internacional, en materia de DDHH, algo que hasta los momentos no presenciábamos en el país.

Pero más cerca, de lo que podemos pensar, analicemos, lo que no se observó, la perdida de poder de una dictadura, que no solo hace uso del cada vez más pequeño sector de la FAN, que no quiere cumplir sus órdenes, si no de paramilitares y delincuentes, los cuales fueron armados y sacados de las cárceles, para reprimir a la población que reclamaba sus legítimos derechos, esto dando a entender que los soldados venezolanos, ya no estarían dispuestos a hacer el trabajo sucio del régimen, más de 450 efectivos militares, han desertado a partir del 23 de febrero, lo que significa una pérdida de poder de parte de la dictadura, que ve cada vez más perdido su poder de reprimir, mientras se ve acorralada, siendo más violenta en el intento, de seguir llevando el poco poder al cual se aferra.

Sin duda alguna, la comunidad internacional entendió y está clara que en Venezuela no solo hay una dictadura, sino un Estado Criminal dispuesto, a todo por no pagar sus crímenes, contra el pueblo venezolano. No fue una victoria de la dictadura, fue acorralarse ante los ojos del mundo, que observó todo lo que sucedía, no solo en el Puente Internacional Simón Bolívar, frontera entre Venezuela y Colombia, si no en la frontera con Brasil, la masacre contra el guerrero pueblo indígena Pemón, que resistió la arremetida, de grupos criminales pagando, un alto costo en vidas humanas en el proceso de resistencia.

Los opresores gobiernan con la sumisión de los oprimidos, los cuales cada vez son menos, los cuales cada vez se resisten a seguir viviendo con el miedo y la sumisión, sin duda alguna el régimen del dictador Nicolás Maduro, cada vez está más cerca de su fin, cada día se cierran el cerco y pierde poder en cada escalada represiva de su intento de seguir aferrado al poder, contra una nación que clama vida, libertad y prosperidad, sin duda alguna lograr la libertad no es fácil, pero tampoco imposible, y más aún, siendo un pueblo guerrero, con antecedentes de libertadores. La desesperanza y represión son lo único, que le queda a la dictadura, juegan a dividirnos, desalinearnos, lo cual ya no surte efecto, por la simple razón, de que la esperanza renació, nos aferramos a ella, el venezolano quiere, clama y lucha, incansablemente por recuperar eso por lo que nuestros antepasados lucharon sin temor, ¡LIBERTAD!

Alvis Valerio