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Durante los últimos años, las universidades venezolanas han gozado del prestigio de emanar de sus aulas de clases y centros de investigación profesionales, gran nivel que ha dejado muy en alto el nombre de la academia venezolana, además de contribuir con la capacitación del capital humano y grandes aportes al universo de la investigación.

La academia venezolana goza del respeto del mundo entero, posicionándose como una de las mejores de américa latina. El rol histórico que juega la universidad  en la conducción y trascendencia de los eventos sociales y políticos del país, demuestra su responsabilidad moral para aportar en la definición de los rumbos democráticos, de progreso y desarrollo que rescaten la Republica.

La rebeldía, irreverencia, y autonomía universitaria expresada en ideas nos llama a la resolución de los grandes problemas que atraviesa Venezuela. Estamos obligados a rescatar el país. Más allá de una institución que genere enseñanza, la universidad es el alma mater, su naturaleza es enseñar, pero también transformar al ser humano y a la sociedad mediante el saber.

¿Es suficiente?, Y si nos preguntamos a nosotros mismos, ¿Que sería de la Universidad sin Universitarios? El sueño de gran parte de la juventud es entrar a los recintos universitarios, formarse en su área de preferencia obtener una licenciatura y desenvolverse como profesional, otros un poco más ambiciosos continúan sus estudios de post grado y doctorado dedican gran parte de sus conocimientos a impartir clases y ser parte del proceso de aprendizaje que la Universidad genera en sí misma.

Entrando en contexto, los últimos años cuando hablamos de universidad en Venezuela inevitablemente se nos pasa por la mente la imagen de profesores y estudiantes en las calles reclamando los atropellos de los cuales son víctimas, desde persecuciones y encarcelamientos por pensar distinto, por plasmar una crítica al modo en cómo se  está llevando la conducción del país, hasta asesinatos a quema ropa a estudiantes que creen en la libertad y luchan por ella sin ni siquiera  haberla vivido.

La universidad es el reflejo del país, por ende no se escapa de la grave situación coyuntural que atraviesa Venezuela. Universitarios en el exilio por alzar su voz en contra de las barbaries e injusticias que azotan a la sociedad venezolana, profesionales aportando sus conocimientos al desarrollo de países vecinos, estudiantes víctimas de  la migración forzada, obligados a dejar a un lado sus sueños y sus aspiraciones de  superación debido a los procesos de purga social previamente planificados por los  delincuentes de Miraflores.

Sueldos miserables que desmeritan el esfuerzo y conocimiento atentan en contra de la dignidad humana, condiciones inhumanas de trabajo, colapso de los servicios públicos y lo más lamentable de la situación, es el silencio cómplice por quienes dicen llamarse autoridades y/o representantes de la universidad (que por cierto tienen el cargo vencido) con sus posturas blandas e incompatibles con la realidad que atraviesa la universidad.  Terminan siendo agentes colaboradores por inacción llenando los principales portales de noticias con el titular «La Universidad mantiene sus puertas abiertas», sí, la estructura permanece de puertas abiertas, pero ¿En realidad estamos construyendo un país?

En medio de la barbarie socialista dirigida por criminales sin escrúpulos, cuyo objetivo es mantenerse en el poder al costo que sea, sin importar las condiciones de vida de una sociedad desprotegida que los últimos meses atraviesa un estado de necesidad, sin acceso a servicios básicos , sin capacidad de adquirir la canasta básica , rebasando una tragedia humanitaria sin precedente, es realmente moral mantener la anormalidad cuando son profesores, empleados, y personal universitario quienes subsidian  la educación.

La cruda realidad de subsistir en la Venezuela socialista es una involución de la sociedad a características primitivas de supervivencia ¿Por cuánto tiempo? Cuando no queden estudiantes en las aulas de clases, cuando los universitarios que dependen de un sueldo miserable mueran de mengua o cuando el verdadero sentir de la Universidad, que es la luz del conocimiento, quede apagada por no actuar a tiempo y en consonancia a las circunstancias del país. Como diría el Prof. J. Bastidas «La Universidad está muerta o al menos en coma indefinido, ya no somos la casa que vence las sombras porque lastimosamente estamos sumergidos dentro de ellas».

¿Qué tan útil estamos siendo los universitarios como institución autónoma con talento y conocimiento de sobra para la reconstrucción de la nueva Venezuela? Basta con exportar talentos y entregar títulos para apostillar, nuestro rol es determinante y necesario si queremos ser partícipes activos del cambio que se avizora, y construir las bases sólidas para el cambio de paradigmas y taras doctrinales que nos han sembrado durante los últimos 60 años mientas las mafias de Miraflores avanzan en su plan totalitario de destruir y saquear el país a costas del sufrimiento, la muerte, y la pobreza de los venezolanos. Sometiendo a una población desprotegida a condiciones déspotas de sobrevivencia, es nuestro deber avanzar, como ciudadanos estamos obligados a decidir el destino de la sociedad,  revelarnos es una obligación existencial.

¿Dónde dejaremos la mística ciudadana como decía Granier? La sociedad espera el grito de libertad brotado de la universidad, es momento de replantear el accionar y asumir la batuta de orden y libertad que nos exige el país. La universidad debe permanecer abierta, pero no actuando fuera de los escenarios sociales, sino siendo centro de discusión y debate de los fenómenos sociales, políticos, y económicos así generando propuestas concretas que conlleven al cambio del sistema político actual.

Hablándole claro al venezolano y al mundo entero, la realidad del asunto mediante los especialistas en las diferentes áreas que conglomera la universidad venezolana, esta vez los estudiantes no estarán en un salón de clases recibiendo sus tradicionales clases, estudiando con hambre y con una vela para el parcial final. Esta vez los estudiantes como siempre serán primera línea de lucha proponiendo al país una ruta clara y sincera sin compromisos ni interese de por medio, acompañados de los profesionales que nuestra alma mater dispone para mantenerla de pie y sacar el país del embrollo socialista.