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El campo visual de los caballos no es igual al nuestro. Los caballos son incapaces de mirar justo en frente con suficiente proximidad, pero su visión periférica si es bastante más amplia. Los caballos inteligentes son bastante  nerviosos y curiosos, por eso a algunos, para que mantengan la concentración en carrera, les colocan una capucha que tiene como unas conchitas en las ojeras que limitan el campo periférico visual, así sólo podrán ver hacia adelante. Esas conchitas se llaman gríngolas.

Desde el mismo momento que le colocan las gríngolas el caballo está en expectación y suspenso, pero sobre todo mucho miedo. Miedo habrá de sentir cuando a empujones lo meten dentro de una tenebrosa estructura de metal, el “Starting gate” o aparato de partidas, rodeado por dos hombres -palafreneros, los llaman- que le sujetan de la crin, del cuello, de las bridas. Fácil es golpearse la cara de las puertas metálicas que no logra ver por estar tan cerca. El jockey recorta las riendas cruzándolas. El sonido también es aterrador, entiende no estar solo, otras pisadas, relinchos, resoplidos, voces y silbidos. Un timbretazo de unos pocos segundos, palpitaciones, alertas y el barullo de las puertas abriendo todas en simultáneo. El caballo siente que lo empujan del cuello, el jockey que arrea y manda.

Para el caballo es muy fácil irse de manos, aterrorizado, intentando escapar corriendo. A veces al salir golpea o lo golpean otros caballos, es un atolladero del que debe librarse, podrá quedarse pasmado momentáneamente o podrá reaccionar corriendo en desbandada con todo vigor. Pero no importa cómo reaccione, siempre, pero siempre correrá. Para eso es caballo.

“Cuando Dios quiso crear el caballo dijo al viento del sur: de ti produciré una criatura que será la honra de mis allegados, la humillación de mis enemigos y la defensa de los que me acatan. «¡Sea!», respondió el viento. Cogió Dios entonces un puñado de viento y creó al caballo. Le habló así: «te llamo caballo, te doy raza árabe, a tu crin anudo el bien, cabalgándote se logrará el botín, la gloria se hallará donde tú estés. Yo te distingo de todos los animales, sobre ellos te hago señor; la querencia de tu amo te concedo, te permito volar sin alas. Entre los animales bendito seas”.

El caballo no sabe cuánto deberá correr, el no entiende de millas, menos de codos y rectas, subidas o bajadas. A veces desobedecerá al jockey e intentará ir todo lo rápido que puede o correrá lento y pesado hasta que su cuerpo se vigorice, habrá alguno que hasta perseguirá las feromonas de una hembra en celo. Pero aun cuando sus pulmones queden vacíos, él continuará corriendo. El caballo con gríngolas, recto y decidido a no dejarse distraer, correrá y correrá, no sabe quién es el jockey, pero no tiene opción distinta que no sea obedecer, no puede ver el foete cortar el viento a su costado pero sí sentir el chasquido en su muslo y el jockey decide el momento, distiende las riendas, arrea y manda, casi se acuesta sobre la cabalgadura, pone sus manos casi en la cruz y acompaña el movimiento, el caballo con gríngolas cambia de manos al galopar, busca instintivamente en ese recurso más fuerza en cada zancada, los pulmones se rompen y sangran, eso no lo detendrá, se está ahogando, eso tampoco lo detendrá, su corazón a punto de estallar es la mejor metáfora del amor y la libertad. ¿Ganar? ¿Perder? Todos queremos ganar, el caballo con gríngolas no entiende mucho de eso, depende de la inteligencia del jockey que eso ocurra. Él solo sabe correr derecho, hacia adelante.

Quienes estamos determinados a luchar por la libertad estamos como el caballo con gríngolas, si no hemos ganado ha sido responsabilidad del jockey de turno, y nos desesperamos, nos ahogamos, sentimos el corazón roto y aun así seguimos adelante. “Mucho caballo pa´ ese jinete”, exclama un frustrado apostador lanzando al aire el tiquete roto en pedazos. “Muy muchacho ese jinete, aguantó tanto a ese caballo que cuando lo soltó, ya era tarde, ya no le llegaba”.

“A ese caballo hay que correrlo siempre en punta, tú no puedes dejar que lo cierren, que lo crucen y le quiten la línea de carrera ¿Sabes qué es arrecho? Que un caballo retome el impulso después que lo pierde”, «ah caballo pa´ mala suerte, no dan pie con bola con el jinete que le consiguen”, cientos de comentarios lastimeros contrastando con algún optimista que ilusionado con el futuro asevera: “Cuando ese caballo consiga el jockey que es, ese caballo aprenderá a ganar y más nunca se lo ganará nadie. Es solo cuestión de tiempo, eso viene”.

Por lo pronto, el pueblo de Venezuela está como el caballo con gríngolas, ha perdido varias carreras, pero no ha sido su culpa, el sólo sabe correr derecho y hacia adelante.