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Desde el momento en el que Venezuela se convirtió en una República independiente, separándose de la corona española, el modelo económico que se ha desempeñado por más de 200 años ha sido el mercantilismo, el cual,  es una aberración del capitalismo democrático donde se puede desempeñar un libre mercado unilateral sin ningún tipo de restricción o preferencias legislativas. A diferencia de este último, el empresario mercantilista desempeña sus funciones en ofrecer los mejores productos y servicios, pero, estos no van dirigidos a satisfacer las necesidades del mercado consumidor sino las necesidades políticas.

Si se analiza un momento el desempeño del mercado venezolano durante el siglo 20 y es posible verlo de una forma más explícita y descarada en el actual régimen queda demostrado que el propósito del empresario, dueño de una compañía “privada” ha sido y sigue siendo poder crear una cadena de favores entre el empresario y el Estado para subsidiar o proteger su negocio de la competencia. Esto lo podemos apreciar en el financiamiento por parte de la industria privada a las campañas políticas de los candidatos que aspiran a puestos gubernamentales; una vez financiada la campaña, el empresario ha cumplido su parte del trato, el político se encargara de cumplir la suya, subsidiando a su amigo el empresario y dejando caer todo el peso de la ley sobre su competencia.

A nivel internacional, el mercantilismo se desenvuelve cuando el Estado crea aranceles de importación para un determinado rubro o producto, con el pretexto de “proteger” la producción nacional. De esta manera, el consumidor se ve frente a una falsa ilusión de capitalismo de libre mercado, puesto que ve una fluctuación en los precios de un mismo rubro las cuales pueden parecer venir de la existencia de una competencia entre los productores del mismo, pero estos son originados por la corrupción que permite el sistema mercantilista. Sistema que no es rentable económicamente, puesto que conlleva un derroche de recursos por parte de la industria y a su vez por parte del Estado, donde siempre el más afectado va a ser el consumidor.

Muchas veces se ha oído en diferentes discursos absolutistas la célebre frase “Para mis amigos todo, para mis enemigos la Ley”, esta es la viva representación de lo que significa el capitalismo antidemocrático, mejor conocido como mercantilismo. En Venezuela nunca se ha podido apreciar un capitalismo democrático donde predomine el libre mercado y ante la ley todos tengan las mismas posibilidades, puesto que de haber sido así, ni Chávez, ni Maduro y su tren, junto a una larga lista de políticos que se instauraron antes que ellos, hubiesen llegado a donde llegaron.

Venezuela no ha tenido la oportunidad de vivir en sistema de libre mercado, depende de nosotros instaurarlo, luego de derrocar al régimen que actualmente usurpa el poder y asesina las mentes del mañana.