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(San Pablo. 09/09/2019) Desde hace algunas décadas la política ha sufrido un descredito, un desprestigio y por ende una forma mal vista de lo que es. En la actualidad la sociedad la observa como una actividad o acción poco inteligente, de corto alcance, oportunismo y que solo se modifica por conveniencia de quien la práctica, pero de una forma errada. No es la política, en efecto es quien la práctica, y la forma de hacer política.

En principio la política es el proceso mediante el cual una sociedad crea capacidad de actuar con inteligencia sobre sí misma. Pues supone que mediante una discusión argumentativa se avizore en interés general, un diagnóstico de los problemas colectivos, una propuesta de cómo superarlos.

La política implica la institución de una red de organismos que puedan ir resolviendo los problemas, de esta manera la política conlleva a la organización de voluntades colectivas, de actores políticos que representan la diversidad social, organizaciones en las cuales los individuos se inscriben en función de preocuparse por el desarrollo personal que brota sobre un interés colectivo.

Lo que puede llamarse politiquería corresponde al dominio de los intereses particulares, por lo tanto el poder y la figuración son anhelos demasiado evidentes y humanos como para pretender ignóralos, esos deseos pueden encontrar un amplio campo de realización en el terreno de la política, en el servicio de la ciudadanía, pero cuando esos deseos de desbocan surge la politiquería, la ambición personal y la de un grupo se convierten en las causas efectivas del quehacer político de manera pues, que la politiquería destruye la política.

La politiquería es la ganancia personal por la vía de producir una apariencia de respetabilidad tras las que esconden pasiones descontroladas, la voracidad por el dinero, la ambición, el personalismo, e incluso el poder por el poder son los móviles ciertos de la politiquería que conllevan a un desgobierno.

Aunque parezca irracional es que la politiquería al socavar la política, no hace más que destruir el único escenario donde se ejerce. La descomposición moral y política de un régimen no hace más que promover su propia caída. El predominio de la politiquería es el triunfo de la racionalidad ventajista en los individuos sobre la racionalidad de la sociedad. Imperativamente estamos obligados a reinventar la política y la función de gobierno. La política como negocio irrita profundamente a la ciudadanía.

Emir López