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(Maracay. 13/09/2019) El sistema democrático ha sido, a lo largo de la historia, atacado por quienes atendiendo a sentimientos personalistas, o simplemente por personas que por alguna razón piensan que están por encima de todo orden, pretendiendo instaurar lo que ellos consideran “su orden” y que este es más efectivo que el que se encontraba institucionalizado, desconociendo o fracturándolos para poder dar paso a un sistema autoritario o conveniente al interés de una pequeña elite.  

Al llegar a este sistema, por demás perverso de autoritarismo, es imprescindible dar la batalla para volver a la democracia. Una         donde existan instituciones fuertes, estabilidad política, garantías a los derechos esenciales de las personas, economía abierta, pluralidad de partidos políticos y justicia sin privilegios, ese momento histórico del paso de la dictadura a la democracia se conoce como transición política o simplemente transición.

La transición a la democracia se produce, por diversos motivos, que se analizan a continuación y que sirven para formular una tipología de estas transiciones. Generalmente suele usarse la expresión transición a la democracia para mencionar el período que va desde las postrimerías de la vigencia del régimen autoritario caracterizado por la preservación de intereses dominantes que terminan inmersas en una vorágine de persecuciones,  violencia, restricciones y hambre a la vigencia del régimen democrático; y la expresión transición democrática para el período de consolidación posterior a la vigencia de la democracia.

Una vez colapsado el régimen autoritario, ya  por una derrota militar externa, o por una profunda crisis interna y la pérdida de legitimidad, por la incapacidad de satisfacer necesidades, que desacredita al régimen autoritario, se  produce la necesidad de  importantes cambios estructurales, así como una ruptura de las normas de la autoridad política. La salida democrática es impuesta por el vencedor o surge como parte de una tradición política anterior al período autoritario. En este tipo de transición las autoridades salientes no tienen ninguna capacidad de negociación y son juzgadas y condenadas por su actuación, para este fin también es necesario implantar mecanismos que garanticen la adecuada administración de la justicia.

Cada caso es particular, dependiendo de la naturaleza régimen a remplazar, de donde viene la iniciativa de la vuelta a la democracia, si la sociedad determina de la que hablamos ya conocía o tenía noción o tradición democrática antes de la instauración del régimen oprobioso, para su redemocratización. El régimen a remplazar tal vez coopere con la redemocratización esperando ser exculpado por sus crímenes o permitiendo este estado de transición con su participación, guardando para sí, un reducto del poder que les mantenga en la elite económica o militar con la intención de reagruparse y a la vuelta de algunos años se les permita asaltar el poder ya sea por la fuerza o por las vías tradicionales democráticas.

Sí, y solo sí, el régimen accederá a dar pasó hacia la transición democrática, por la implosión dentro de sus filas, la presión internacional o una oposición política robusta que tenga la aceptación popular. Cuando hablo de implosión interna o ruptura dentro de las filas, quiero indicar que aparecerán élites entre la élite gobernante y estos buscaran la transición negociada donde sus interese sean lo menos afectado, quedará por parte de la oposición política que este fortalecida la decisión de permitir la participación de estos para evitar males mayores, ya esto queda para el cálculo político. Y conservar participación en el poder en la nueva situación.

Toda transición debe partir del reconocimiento de los atropellos cometidos, el reconocimiento de los factores de poder, la voluntad de no volver a cometerse y luego de un pacto para buscar estabilidad, gobernabilidad, la conducción del Estado por parte de civiles, alternabilidad en el poder, el resarcimiento a las víctimas. Probablemente los resultados como la consolidación de la democracia no se noten al corto plazo pero con la conducción adecuada, no espíritu de revancha, la estabilidad, el fortalecimiento de las instituciones democráticas, llegara. La introducción de elecciones libres por sí sola raramente ha sido suficiente para llevar a cabo con éxito una transición desde una dictadura a una democracia. Es necesario también que se produzca un cambio profundo en la cultura política, así como la formación gradual de las instituciones del gobierno democrático. Teniendo cuidado de no crear profundadas desigualdades que afloren resentimientos que den  surgimiento al vicio de las tentaciones armadas y dictatoriales.

Del mismo modo que no todas las transiciones se desarrollan de igual forma, los resultados de estas tampoco son exactamente igual en todos los casos. Las transiciones hacia la democracia pueden culminar con la consolidación de regímenes con un carácter más o menos democrático o las deformidades de la democracia que (Alcántara, 2006), indicaba como lo son: democracia limitada, democracia “protegida” e híbridos (“dictablandas” y “democraduras”). De allí lo peligroso de no fortalecer las instituciones.

Una vez escuche una entrevista a Adolfo Suarez [hijo], donde palabras más, palabras menos, contaba que su padre le explico que en el caso español, su generación estaba muy resentida por los abusos de la dictadura franquista y que debían tener la sapiencia para educar una nueva generación que no quisiera tomar venganza porque probablemente perderían la democracia que estaban gestando.

Luis Villegas