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(Carrizal. 23/09/2019) En Venezuela el liberalismo ha sido atacado desde sectores que desde lo particular, político y económico han exacerbado intereses colectivistas para hacerse con el poder.

Se obnubila la perspectiva de las necesidades del ciudadano y se esquiva el sentir de una Venezuela deprimida, sólo para franquear puertas a los que han estado destruyéndola. Los intereses partidistas, encaminan al venezolano hacia una vertiente de posibilidades inciertas; el ciudadano no sabe qué le espera con las decisiones de un diálogo, el “vamos bien” o los subterfugios en la casa amarilla. Nos hemos acostumbrado a edificar emblemas totémicos para, únicamente, buscar un asidero de esperanza, esa que cinco millones de expatriados perdieron y fueron a buscarla en otras geografías.

Paradójico, la contribución del éxodo fue nutrir de venezolanismo -atribuido como amor y apego- a muchos venezolanos. Salir del terruño, del suelo patrio, ha incinerado la conducta de la indolencia hacia lo nuestro; hoy los venezolanos valoran la tierra que los vio nacer y aprenden de la cultura de los países adoptivos. El despecho, es sinonimia de la nostalgia que les produce a aquellos que, ahora, aprecian una tierra que estuvo llena de bondades; las lágrimas derramadas han fertilizado esa vehemencia que no existía, hasta hace poco.

Esto mismo sucedió en épocas donde las dictaduras, como esta que estamos sufriendo, hacían que nuestros nacionales huyeran a otros países. Por cierto, en el mes de agosto se cumplieron 90 años de aquella incursión donde varios venezolanos perdieron sus vidas al intentar derrocar a Juan Vicente Gómez, planificado desde el exterior. La invasión por Cumaná en 1929 fue un desastre; a la cabeza iba el general Román Delgado Chalbaud, junto a él varios generales y estudiantes universitarios que salieron desde París hasta el puerto de Danzig en el Báltico, zarpando en un viejo buque de la armada alemana llamado Falke, rumbo al Mar del Norte y al Atlántico. Entre los estudiantes que venían en el Falke se encontraban: Armando Zuluaga Blanco (tío abuelo de María Corina Machado), Rafael Vegas –quien hiciera las crónicas que impulsaron a Federico Vegas a escribir el libro “Falke”- Carlos Delgado Chalbaud (hijo de Román Delgado) a quien su padre encerró en uno de los camarotes del buque, para que no estuviera en la refriega de la “calle larga”, donde murieron Delgado, Armando Zuluaga Blanco, et alia.

La historia es larga, lo que se desea resaltar es el ferviente deseo de libertad de esa generación del 28. Los estudiantes que participaron en todo el territorio nacional, desde oriente y occidente, fueron miles, y cientos fueron encarcelados, otros huyeron hasta que murió “el bagre”, así tildaban a Gómez, y pudieron, luego del deceso, regresar a Venezuela. Este amor por su país era genuino; no eran soldados ni sabían manejar armas, ello no fue impedimento, su deseo de lucha por liberar a la Nación, los impulsó a enfrentar al tirano. En la actualidad, muchos jóvenes han sido asesinados por la supervivencia de su identidad venezolanista.

Sin embargo, aún hay supuestos demócratas quienes reman contrario a los que continuamos inspirados en esas generaciones que tomaron como causa de la libertad y, si, hoy, fuese necesario, moriríamos por ambas para que nuestros descendientes hilen lo que esta desenhebrado y re-inventen la nueva Venezuela, con fundamentos de una República Liberal.

Carolina Márquez