Por Williams Perdomo| @WPerdomoD
(Caracas 17.10.19) El 23 de enero inició un nuevo camino para los ciudadanos. Luego de la insistencia de líderes políticos como María Corina Machado para que se asumiera la ruta del artículo 233 de la Constitución de la República y se juramentara una Presidencia interina, la dirigencia decidió avanzar con tres objetivos: Cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Los primeros meses fueron de avances. Sin embargo, a partir del 23 de febrero comenzaron a tomarse decisiones que no contaban con el visto bueno de dirigentes políticos y ciudadanos, pero de igual forma se avanzó en esos planteamientos.
Como periodista, la alerta llegó en el momento que algunos colegas comenzaron a afirmar que no se debía cuestionar las decisiones políticas por el bien de Venezuela. Eso, sin duda, es algo con lo que estaré en contra. Nuestro deber como periodistas, y como ciudadanos, es hacer contraloría a cualquier factor de poder, sin importar su procedencia o posición política.
“Criticar a la oposición es apoyar al régimen”, ese es uno de los argumentos de muchos manejadores de la opinión publica. Pero no. Cuestionar y hacer contraloría no es apostar al fracaso de nadie, al contrario, es velar porque la nueva Venezuela nazca con bases sólidas llenas de valores y principios que muchos han perdido en el camino.
Algunos alegan que los dirigentes tienen derecho a divertirse. Ir a juegos de pelota, a un parque, comer en un restaurante o viajar al exterior. Y es verdad, esas deberían ser cosas cotidianas que pueda hacer cualquier venezolano. Pero… cuando se ejerce cargo público o se hace política todo debe ser transparente y no debería haber problemas cuando se quiera hacer auditoría a nuestros dirigentes.
Pareciera que se nos olvidó en la política que todo aquel que ejerza funciones públicas debe ser auditable: eso es simplemente rendir cuentas y mostrar que todo está claro. Ese olvido ha de ser por estar tantos años viviendo en un sistema de corrupción que ha penetrado hasta las más solidas instituciones.
La realidad es que me niego a pensar que nos convertimos en una sociedad sin meritocracia y en la que ser decente no es una opción o peor aún, que nos acostumbramos a defender hechos irregulares.
No nos equivoquemos, lo cuestionable no son los viajes, ni los juegos de pelota, tampoco comer en restaurante. Eso se puede hacer siempre y cuando demuestres que el dinero de esos gastos proviene de manos decentes y trabajadoras, como lo son la mayoría de las manos emprendedoras venezolanas.
Algo que me ha quedado claro es que no hay otra forma de enriquecerse de manera honesta que no sea trabajando, todo lo demás es de dudosa procedencia. Las riquezas no se generan solas. Y como algunos alegan que no reciben dinero por hacer política, pero luego, sin trabajar, recorren el mundo o pagan distintas formas de distracción (viajes, comida, carros, etc, hay que cuestionar e investigar.
Otros aseguran que los pagos de sus disfrutes son regalos ¡Que suerte!. Lastima que con esa misma suerte no corren las madres venezolanas que no saben que le darán de comer a sus hijos, o los abuelos a quienes no les alcanza la pensión. Tampoco lo tienen los miles de venezolanos que emigran por nuestras fronteras a pie. Caramba, deseara que en vez de que viajen por el mundo repitiendo lo que los venezolanos ya sabemos, invirtieran eso en acabar con la crisis que hoy azota nos sin escrúpulos.
¿Cómo se le explica a los trabajadores que ganan menos de 1 dólar por día de trabajo que aquellos que se dediquen a decir que son oposición viven mejor que ellos? Y sí, ya sé que para muchos todos los argumentos son en contra de la “oposición”. Eso es porque del régimen siempre esperamos lo peor, por eso no nos sorprende que nos les importe el sufrir de los venezolanos.
Pero es más maquiavélico amasar dinero a costilla del sufrimiento de todo un país. Sin duda, para algunos «opositores» el mejor negocio que han conseguido ha sido que Nicolás Maduro se mantenga en el poder….
Faltan solo dos meses para que finalice el año y mientras algunos continúan disfrutando para distraerse de la crisis. La mayoría de los venezolanos no consiguen distracción del hambre, la pobreza, la inseguridad y el sufrimiento. Pareciera que nos poncharon en el décimo inning cuando teníamos tres hombres en bases para ganar este juego.