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Esta pelea va camino a una decisión.  Cuando estaba más que cantado el escenario y sabíamos que el futuro nos deparaba una gran pelea,  era obvio que todos entendíamos que ese combate había que ganarlo por knockout. No es un simple deseo revanchista, es la realidad tal cual como la conocemos, como la hemos vivido en otras oportunidades, con todas las frustraciones a cuestas, con las decepciones de las derrotas, con la impotencia del veredicto fraudulento. No podemos dejarles a los jueces el destino del resultado.      

Cuando la pelea empezó, a pocos segundos del final del primer round,  el retador lanzó un certero ataque. El titular, que aguardaba cauteloso ese momento fue incapaz de poderlo evitar,  el mundo entero se asombró. Aplausos y vítores, “Este es nuestro campeón” se escuchó retumbando a cuatro vientos en el mundo entero. El titular, acusando el castigo voltea, como buscando en su esquina el oportuno consejo. Jab, recto de derecha, upper de izquierda, el titular contra las cuerdas, le parecen interminables los últimos treinta segundos del round. El segundo round fue de un retador incisivo,  llevándose reiteradamente  al titular contra las cuerdas,  parece que lo tiene,  pero no llega ese golpe definitivo. En el tercero,  el titular empieza a enredar la pelea,  se agarra, hace tiempo,  le traba los brazos al retador,  le recuesta su enorme humanidad y le va quitando maniobra al retador. El cuarto hubiera sido un calco a no ser por un buen golpe casi sobre el campanazo final,  golpe artero,  piernas que se desmayan, en su cabeza,  el titular, piensa  no saldrá a combatir el quinto. En la esquina uno de los seconds cubano hace mutis, siquiera sube con la vaselina, ni la planchita de hierro fría. No vale la pena acomodarle los moretones. El trainner Ruso lo increpa,  le dice que aguante,  que se quede y pelee, que confíe en el plan, ya lo han ejecutado antes y siempre ha funcionado,  que vuelva a enredar la pelea.              

La euforia del principio al quinto se apaciguo muy pronto, empezaron los bostezos,  la pelea se empezó poner tediosa, y llegó el sexto, y después el séptimo, y la gente se empezó a ir casi en desbandada, esta desesperanza ya la han vivido antes, las sillas vacías no hacen ruidos.

Octavo y noveno iguales. El vendedor de perros calientes que nada ha vendido, en un rincón del gimnasio, apoya la planta de su pie derecho sobre la pared y deja recostar su cuerpo hacia atrás, se cruza de brazos, niega con la cabeza, frustrado, casi entre dientes dice “Esta pelea está arreglada”  A la distancia veo a mi compadre Eugenio, en los dos primeros rounds se llevaba las manos a la cabeza, en el tercero, sentado allí en su silla, se contorneaba como esquivando los golpes, el mentón enterrado en su pecho, la cabeza como un péndulo para no ser blanco fácil. Ahora imita a la perfección cada golpe, de tanto en tanto se lleva sus índices a la boca y estrangulando su lengua silba ensordecedoramente “Arriba vieja, que tú puedes” Cada vez que lo veo, lo único que pienso es “Imbécil”

En el décimo el retador da muestras de querer llegar al límite,  a la decisión siempre injusta. En el minuto de descanso, previo al once, el público abuchea, al mundo entero parece dejar de importarle la pelea, rumores de negocios turbios lo ensombrecen todo. Como puede el retador con su guante derecho se quita el protector bucal y con ese mismo brazo extendido martilla al aire repetidamente y dirigiéndose a la multitud, “Este es el round” grita desafiante, actitud de pocos instantes, cuando reconoce con humildad “Pero necesito de todos ustedes” Vocifera al público que aún puede noquear,  pero nadie le cree. Parte del público aplaude con euforia, pero ahora son pocos. “Fanáticos” pienso, los que no saben de esto siempre se dejan llevar por las emociones del momento, me entristezco por ellos, son los que más sufren las derrotas.

El aficionado, sentado justo al lado, me dice. -¿Para qué me pide ayuda?  El que está arriba del ring es él, para hacer esto que está haciendo, mejor no hubiera firmado la pelea en Enero.

Parece querer llegar a la decisión, para jactarse con supuesta hidalguía de haber llegado más lejos que los demás.  Parece querer llegar a la decisión porque ahora tiene miedo de perder por knockout. Llegamos al once,  ya contó que viene con recto de derecha después del gancho de izquierda,  pero parece no tener pegada. “Ojalá” dice la gente,  todos apostaban por su triunfo que ahora se antoja como milagro. Por la vía de los votos de las tarjetas,  sabemos de antemano que la decisión está perdida, en manos de unos jueces inescrupulosos. Dignidad vestida en traje miserable, pero de bolsillos repletos de oro.

Estamos en la mitad del round once, he visto mujeres más feas que se han casado pero esta, se me antoja, quedará para vestir santos. Ojalá me equivoque y aparezca el golpe de suerte, todos merecemos celebrar el knockout que esperamos.