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Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras del mundo hoy está sumergido en una catástrofe humanitaria; la calidad de vida del venezolano es cada vez más miserable, generada por un cáncer ideológico que pretende propagarse por todo el continente, que va destruyendo la institucionalidad y con ello, la desintegración de la República, el Estado de derecho, la vida de los ciudadanos y así alcanzar su objetivo: tener el control de todo e incluso elegir cuándo y qué debe comer el venezolano, que este sea dependiente del Estado y no tenga autonomía, bajo un esquema donde la economía sea destruida por la aplicación de políticas comunistas.

En ese sentido, la estrategia va encaminada al mejor estilo cubano. El ciudadano por más que trabaje no le es suficiente para vivir dignamente, llevándolo a la necesidad de mendigarle al dictador.

No obstante, el régimen socialista que se encuentra instaurado en Venezuela, guiado por Nicolás Maduro como jefe de esa pandilla de criminales, ha sepultado sus ganas de mejorar el poder adquisitivo de los venezolanos, que solo es posible con medidas económicas basadas en la libertad. Como todo comunista, desprecia la palabra trabajo; el salario mínimo en Venezuela hoy equivale a 3,35 dólares mensuales, muy por debajo del umbral de la miseria establecido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), que señala que quien devengue menos de 1,25 dólares DIARIOS está en pobreza extrema, realidad que afecta a más del 85% de los venezolanos, donde tienen que hacer hasta lo imposible para sobrevivir.

No es fácil lo que vivimos, la muerte causada por desnutrición se ha convertido en el día a día de nuestro país, un hecho sin precedentes en nuestra historia. He visto como maestros y estudiantes se desploman súbitamente por la falta de alimentación, personas trabajadoras hurgando en la basura para comer y tener “algo” en el estómago, muchos profesionales que durante años se esforzaron por formarse, hoy se ven obligados a trabajar de lo que sea, menos para lo que se graduaron. Nuestros abuelos mueren de mengua porque simplemente la pensión de 250.000 bolívares mensuales (equivalente a 3,35 dólares)  no les alcanza para saciar el hambre y/o palear sus dolencias. Enfermarse en Venezuela es una tragedia, en los hospitales no hay medicamentos e insumos para atender a los pacientes, y así un sinfín de calamidades que para Nicolás Maduro “son cosas que pasan”.

Ciertamente a los socialistas no les conviene que los ciudadanos tengan el poder adquisitivo necesario para ser autónomos y no depender del Estado, porque en ese caso no le funcionaría el control social; ellos hacen ver a la población que con una bolsa de comida (por ejemplo) los ayudan, cuando en realidad los sumergen aún más en la miseria. A los regímenes socialistas no les favorece generar las medios para que las personas a través de su trabajo puedan comprar donde, cuando y lo que les dé la gana. Un gobierno de verdad, estableciendo medidas económicas basadas en ideas de libertad, le va a permitir a los ciudadanos tener las condiciones necesarias para vivir dignamente; vivienda, salud, transporte, educación, pero con el esfuerzo de nuestro trabajo.

Ahora bien, el cáncer ideológico que ha fomentado Maduro en nuestro país, logra sus objetivos: no tenemos calidad de vida, Estado de derecho ni garantías de nada, el régimen aplaude la corrupción y, rechaza el mérito y el trabajo, negando con ello lo que en algún momento fue su bandera; el carácter social del trabajo y su protección por el Estado, propiciando un salario suficiente que permita al trabajador vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas, materiales, sociales e intelectuales, en franca contravención a la Constitución.