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“Son diversos los acontecimientos que viven los Venezolanos cada mes, parece sacado de un libro de literatura donde las realidades son cíclicas y en algunas circunstancias hasta absurdas, tradicionalmente somos un país acostumbrado a las crisis y convulsiones políticas, que parece han dejado una huella de asombro en las personas, las dificultades que vivimos parecen no aquejarlo de la misma forma que al resto del planeta es sin duda una herencia consecuencia de nuestra historia poco civil pero con abundante ruido militar. He Escuchado en una plaza concurrida de mi ciudad que las calamidades son efectos de la abundancia, ¡caprichosa abundancia! que ha dejado un desasosiego en una cultura mestiza donde occidente ha colocado la semilla de la libertad pero no la ha visto germinar”.

Venezuela y la gripe Española:

En el siglo pasado los venezolanos fuimos testigo de una pandemia que consumió de la faz de la tierra entre el 2,5% y el 3% de la población mundial de ese momento, la situación política no tan diferente si nos ponemos de acuerdo en que se había establecido una dictadura que coloco orden donde solo había vacío, “otros tiempos”, diría mi abuela para referirse con simpatía hacia una tradición totalitaria que ha mermado los principios en que se establecen las sociedades. La Venezuela que acoge esta enfermedad es la del polémico General.

Juan Vicente Gómez; detestado por la generación del 28 y aclamado por otras generaciones que ven en el personaje una representación del Páez que funda “La Republica de Venezuela” en 1830. Es el año de 1918 la peste se cuela en un barco Europeo trayendo la muerte que no especula entre pobres y ricos, notables o marginales.

Poco tiempo luego de que se supiera que la peste había llegado a nuestro territorio fue despedido con la autoridad y el sublime acto que merece ya sea por acción u omisión  el director del puerto de la guaira, las acciones para frenar el brote no cesaron, la bota militar no fue suficiente para hacer que la peste cesase sin llevarse primero una cantidad de casi 25.000 personas. Caracas y otras ciudades de Venezuela se mantuvieron en cuarentena, bajo la dirección de la junta sanitaria instaurada en caracas y presidida por el Dr. Luis Razzeti. La peste se mantuvo hasta 1920 devastando una Venezuela rural.

La enseñanza que nos dejó la crisis de 1918 es que fue más letal las enfermedades endémicas y brotes epidémicos recurrentes de paludismo, fiebre amarilla, viruela, peste bubónica, sarampión, difteria, tifus, tétanos, cólera, disenterías y lepra, que la propia peste, en un sistema sanitario en ese momento era precoz y con una naciente renta petrolera que no hizo mella para paliar la grave crisis sanitaria que existía en ese momento en nuestro país y que por azar de nuestros gobernantes continua de la misma forma.

Con la peste sonríe el totalitarismo:

Tal como se describe en la obra literaria “La Peste” escrita por el filósofo francés Albert Camus. La pandemia descrita en el libro nos hace recordar casi que inmediatamente a “la influenza” que azoto a la humanidad el siglo pasado pero que viene en esta oportunidad a ser un recordatorio de los abusos de autoridad por parte de los entes abstractos que limitan nuestra libertad de actuar, es sabido que en ocurrencias se le da muy fácil a los regímenes totalitarios por su naturaleza a actuar sin impunidad en extralimitaciones ante la ley con la excusas de lo que se denomina “el bien común”, esa idea tantas veces mencionada en la historia reciente pero muy pocas veces definida de forma clara.

¿El bien común? Sí, eso que muchos desean saber con afirmación de que se trata pero que cuando se les interroga al respecto pareciera que el bien común es un sinónimo de ideas para  mantenerse en el poder a través del tiempo o sin duda en otras circunstancias suele ser el bien para quien gobierna y no para un número indeterminado de ciudadanos.

Con la peste llegan las restricciones a la libertad, que en ocasiones suele ser necesarias pero que se debe tener mucho cuidado a que gobierno se le otorga esta potestad, una vez asumida una postura con la cual se puede dejar sin efecto cualquier principio constitucional es muy fácil crear un leviatán al mejor estilo de Thomas Hobbes.

La Republica debe resguardar a sus ciudadanos pero es clara responsabilidad del individuo hacerse cargo de la libertad que supone vivir en sociedad. Es tal vez difícil para las sociedades acostumbradas a la represión por parte del Estado entender el significado de ser libres y tienden a ver de forma agradable entregar la responsabilidad de protegerse a sí mismo a un tercero como es el caso de la sociedad venezolana.

Venezuela un país afligido no ve lo que es evidente, como tantas veces no ha visto a los ojos su verdugo, hoy tal vez mi país es cómplice de buena fe en creer que un régimen que solo sabe limitar la libertad, que mantiene una ideología del miedo, y que es quizás efecto de la mayor amenaza a la humanidad como lo es el socialismo y sus casi 100 millones de muerto en el siglo pasado, superando a la primera y segunda guerra mundial, podría ser una fiel protectora de la vida de una nación.

En una observación a la reacción de mis conciudadanos ante los estragos de la crisis hospitalaria que lleva casi más de 10 años siendo muy grave se denota una inobservancia o en su defecto un desinterés cívico-activo para hacer una diferencia en el sistema, pero con casi la mayor rigurosidad han tomado y visto con  buenos ojos la coacción a la libertad que tal vez es una buena forma  de luchar contra esta nueva pandemia pero que sin dudas deja ver que para la sociedad venezolana será un reto de proporciones gigantescas salir sin repetir tal vez los errores del pasado que nos mantienen como una semilla que le falta germinar para encontrar su destino; libertad, libertad, libertad.