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Héroes inocentes…Es el nombre que se me ocurre dar a algunas personas de mi pueblo, de esas que estrujan con sus manos la tierra y la riegan con su sudor y sus angustias, para ver el fruto que luego será su alimento. 

Campesinos inocentes, que solo saben de lo suyo; su conuco, su cosecha, sus hierbas medicinales, su burrito y sus gallinas… que cuando cantan los grillos llueve, la fórmula secreta para matar bachacos y cuando el sol radiante de la mañana nos da los buenos días…

El destino y la falta de gas, me puso muy cerca de un grupo hermoso de personas del campo, quienes igual que yo, buscábamos una bombonita de gas para cubrir una parte de nuestras necesidades básicas. De la distribuidora central, me aconsejaron anotarme en una comunidad rural,  a ver si tenía suerte. Dios me puso allí por alguna razón,  y hoy puedo contarles las cosas que allí pasaron.

Eran aproximadamente 70 personas, y el 90 % eran mujeres; gran parte de ellas mayores, reunidas en un terreno descampado, árido y a pleno sol. Allí, al lado de sus bombonas esperaban por ser atendidas.

Conocí la cercanía entre la inocencia y la ignorancia de algunas personas,  entre la ingenuidad y la falta de malicia de otras, también observé la falta de información real, veraz y la precariedad de la educación,  de esa que imparten en las escuelas, porque la otra,  la ciudadana,  la amable que te hermana y te hace solidaria, esa sí estaba presente, fue así como comenzó nuestra conversación. 

Como todos estaban sin protección  por el coronavirus, les pregunté si no tenían miedo de contagiarse, así como les expresé la necesidad que tenían de cuidarse y tomar medidas preventivas, que minuciosamente expliqué al grupo.

Lo sorprendente fue la respuesta, y todos parecían estar de acuerdo:

-“Señora, no se preocupe, eso del Corona, el virus ese que nombran por ahí, es pura mentira, esos políticos lo que quieren es que uno salga a votar y ya estamos cansados de tanta mentira,  ahorita vienen con un cuento y uno no los vuelve a mirar más”.

-“Ahora inventaron esa enfermedad para engañarnos otra vez”. -siguen creyendo que uno es gafo”. Dijo otra. 

Una señora mayor, dijo: “Yo tengo 7 días que mi hija murió, tenía un dolor de cabeza y los cubanos la inyectaron en la espalda, se puso como un trapo, la llevamos al hospital y ahí no había nada. Nos mandaron a hacerle unos exámenes y radiografías, señora, yo no tenía ni pasaje, corría de allá para acá sin conseguir ayuda, mi hija no volvió a reaccionar y murió”.

– Y no le dijeron ¿Qué pasó? Le pregunté.

– No señora, no me dijeron nada. Mi hija era estudiada, ahora me quedé con sus 3 hijos chiquititos todos. (Les estoy hablando de una señora de aproximadamente 68 a 70 años).

Otra decía que estaba desde las 5 a.m. allí, ya eran las 3 p.m. y no había tomado ni agua, tenía sed y hambre, sentí vergüenza de estar allí, ante tantas carencias y yo había llegado más tarde.

Fui rodeada por los presentes. Les expliqué que lo de la enfermedad era verdad, y les enseñé como podían protegerse, ellos me escucharon con atención, les han dicho tantas mentiras, que ante la gran dicotomía entre la calamidad que vivimos la cual es una terrible realidad y la incredulidad manifiesta, mi alerta quedó allí, esperando que mi mensaje de angustia fuese puesto en práctica.

Sin duda, la pandemia además de ser viral, es social, económica y política; ataca a todos por igual en el mundo. Y en Venezuela nos agarró sin fuerzas, destruidos, incrédulos, arrasados, con las manos atadas y sin rumbo. 

Por eso, hoy cada uno de nosotros en Vente Venezuela, día tras día sacamos fuerzas y súper capacidades para sobrevivir y seguir llevando el mensaje para rescatar a nuestro país. 

«La sencillez del ser humano y la natural riqueza de nuestra tierra,  serán los principales pulmones con los cuales respiraremos para avanzar victoriosos hacia un futuro mejor»