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Durante los últimos veinte años hemos sido testigos de la escalada del socialismo en Venezuela. El chavismo ha instaurado desde el ejercicio del poder la licencia para asaltar la propiedad privada, sin ningún tipo de escrúpulo y al margen de la ley.

Hemos visto como progresivamente se ha premiado el arrebato de la empresa privada de las manos de sus dueños, lo mismo con los terrenos a sus hacendados, también se ha evidenciado con las casas y edificios invadidos que han sido robados a sus propietarios. Todo esto lo han hecho con el fin de quebrantar la consciencia del ciudadano y resguardar lo incorrecto a cambio de popularidad y votos.

Quizás hace algunos años la mayoría no percibía el peligro que se estaba fomentando desde el poder con estas políticas destructivas, pero hoy ruge con fuerza el resultado de años de incitación a violentar no solo los derechos de los ciudadanos, sino también los principios éticos y morales que nos representan como República.

En las últimas horas hemos sido testigos de reportajes alarmantes que anuncian hechos lamentables de vandalismo y saqueos en varios estados del país. Todo inició en Upata-Bolívar, donde el hambre, producto de la escasez y la falta de poder adquisitivo provocó que los ciudadanos de manera desesperada arremetieran contra lo poco que queda de comercios y establecimientos, para poder abastecerse. Esto ha continuado como efecto domino en varios estados como, Mérida, Monagas, Sucre, Portuguesa, Aragua, Barinas y Trujillo, trayendo como consecuencia heridos, un fallecido, y un sinfín de trabajadores sin empleos porque sus fuentes de trabajo se han tenido que declarar en quiebra.

Como es evidente, se ha maximizado una conducta promovida desde los voceros del régimen con su popular “exprópiese”, y el irresponsable llamado a asaltar lo que no les pertenece bajo el pretexto de controlarlo todo, para así, dominar al ciudadano y sus necesidades.

Sometimiento, manipulación, conformismo, persecución y amedrentamiento, son algunas acciones que utilizan los regímenes socialistas para instaurar su poder, ante cualquier elemento que disienta o demande de libertades individuales y respeto a la propiedad para poder vivir con dignidad.

Los ciudadanos hoy padecen del dolor de no tener que comer en sus hogares, de no contar con servicios básicos para poder enfrentar momentos como los actuales, de no sentir seguridad de su futuro, y sin duda un miedo profundo en que continuemos viviendo esta realidad por demás injusta e inhumana. Pese a ello, debemos aumentar nuestros niveles de solidaridad, de responsabilidad y de empatía, porque bajo ningún concepto la violencia contra nuestros productores y comerciantes podrán tolerarse como métodos de protesta, sino como el resultado de un plan para acabar con todo lo que no sea controlado por el sistema que mantiene el poder ilegítimamente en nuestro país.

Todo esto aumenta la necesidad de romper las cadenas del totalitarismo, para dar paso a una nación con profundas convicciones de dejar atrás este tormentoso episodio de nuestra historia y comprometidos con construir un país con plenas libertades y oportunidades de desarrollo, prosperidad y una vida digna para nuestros compatriotas.

No decaigamos en nuestras ideas, porque funcionan. Tampoco desmeritemos nuestros valores, porque son ellos los que nos sostienen con coherencia ante los que insisten en doblarse ante lo injusto.

¡Seremos libres!