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En el capítulo 12 de “El Príncipe”, sin duda uno de los capítulos cuya lectura más recomiendo, Maquiavelo nos dice sin vacilaciones que “Los principales fundamentos de que son capaces todos los Estados… …son las buenas leyes y las armas; y porque las leyes no pueden ser malas en donde son buenas las armas, hablaré de las armas echando a un lado las leyes.” Lapidariamente, Maquiavelo sentencia nuestro presente en Venezuela, en pocas palabras y con abundancia de sabiduría logra desnudar la realidad que aún muchísimos venezolanos no somos capaces de ver, unos por interés, otros por comodidad y la mayoría por desconocimiento. 

A continuación, Maquiavelo nos explica magistralmente el uso político del acceso al poder con el uso de las armas clasificándolo en dos tipos principales “propias” o “mercenarias”, a partir de allí hace un análisis prolijo de ejemplos con explicaciones específicas que no dejan duda de la inconveniencia del uso de tropas mercenarias que, en sus palabras, describe como: “… ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos, y cobardes contra los enemigos, y que no tienen temor de Dios, ni buena fe con los hombres.”

Luego de este abundante uso de epítetos, hace una descripción exacta de lo peligroso que son los capitanes de tropas mercenarias, explicando que los buenos son muy peligrosos, principalmente porque buscan el beneficio propio antes que el de su contratante, y los malos son peores porque aseguran la ruina del contratante. Soluciona este disyunto con esta perla «El príncipe debe ir en persona a su frente y hacer por sí mismo el oficio de capitán. La república debe enviar a uno de sus ciudadanos para mandarlas; y si después de sus primeros principios no se muestra muy capaz de ello, debe sustituirle con otro. Si, por el contrario se muestra muy capaz, conviene que le contenga, por medio de sabias leyes para impedirle pasar del punto que ella ha fijado.”

Cuanta sabiduría en tan pocas palabras. No se debería jamás dudar que los resultados son esenciales en el desempeño de la función pública, malos resultados requieren cambios, no de la tropa, sino del capitán. Pero Maquiavelo no se detiene allí, en su delicada y profunda reflexión, nos dice que si el capitán es bueno, entonces debe ser contenido con sabias leyes para evitar sus excesos.  

El capítulo 12 de “El Príncipe” es pletórico de ejemplos del desarrollo de tropas propias que es lo que aseguró el éxito de las civilizaciones más prósperas y libres como lo fueron Roma y Esparta.

Creo que la historia y la sabiduría son atemporales, hay grandes enseñanzas en estas lecturas, Dios quiera que pronto gocemos de líderes instruidos y abiertos al conocimiento de lo que saben, y también de lo que no saben.

Amanecerá y veremos.