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En los registros de nuestra historia, podemos evidenciar que Venezuela para el año 1950 era el cuarto país más rico del mundo, siendo dos veces más que Chile dentro de los países latinoamericanos, riqueza determinada por el tamaño de su producto interno bruto (PIB) por habitante; lo cual representaba, indiscutiblemente, un gran país en el que se avizoraba un enorme futuro y una tierra para grandes oportunidades.

Desafortunadamente, el país ha estado marcado por nefastas políticas. El potencial económico producto de la notable riqueza petrolera conllevó al país a hacer uso de sus recursos mediante el subsidio y otras innumerables prácticas que son propias, en esencia de lo que hoy día se denomina “socialdemocracia” y en consecuencia aceleró lo que hoy conocemos como la mayor crisis de nuestro país y que indudablemente marcó un precedente en nuestra historia.

Venezuela, a pesar de los desafíos que atravesaba, ha contado con ciudadanos de primera, y no solo en lo que concierne a formación académica y profesional, así como también en principios, ética y moral desde nuestros ciudadanos que laboran en el campo, así como aquellos quienes hacen vida en zonas urbanas, formación que sin duda alguna parte de nuestro núcleo familiar. En definitiva, un país rico de gente digna que ha dejado huellas en la construcción de nuestras bases como sociedad.

El ejercicio de la política en Venezuela, sostenido por el populismo como principal medio de conquista, creó una enorme brecha entre el ciudadano de bien y quienes ejercían el hábito de la política, los ciudadanos sostenían que dicha práctica era “solo para políticos” argumento sostenido en gran parte por el desconocimiento de que dicho hábito (política) es nuestra mayor obligación y deber como ciudadanos: El ejercicio de la ciudadanía.  

Mientras todo ello ocurría, la llegada del mayor responsable que dio inicio a la más grande desgracia de nuestra historia (no vale la pena mencionar), exacerbó lo que en Venezuela fue una práctica por más de 60 años: Socialismo. Pero este no es el motivo de lo que quiero resaltar, bien conocemos los hechos que hoy marcaron un antes y un después, puesto que sin duda alguna nos impulsó a dar un paso para que como ciudadanos de bien, dentro de la política o fuera de ella, no permitamos que vuelva a repetirse.

Debo enfatizar que estamos diseñados biológicamente para que las cosas negativas resalten a nuestra atención, razón por la cual en Venezuela damos por hecho que todo está perdido o por lo menos un gran sector de la población así lo deja saber en clara muestras de desánimo, y es precisamente allí donde quiero llegar: Venezuela posee ciudadanos con una enorme templanza moral, esos que por más de 20 años siguen luchando en contra de esta tragedia llamada socialismo y jamás han claudicado. 

Ese ciudadano de bien, que en el ejercicio de cualquier hábito o de cualquier contexto laboral, apostó por la excelencia; ese que a pesar de los mecanismos viciados de lo que deben ser instituciones públicas, jamás optó por sobornar; ese funcionario público que pudiendo robar no lo hizo y que cuidó los bienes públicos bajo su responsabilidad como un buen padre de familia; ese ciudadano que aún posee temor a Dios y que jamás se rinde y traiciona al mejor legado que hemos heredado de nuestros mejores ancestros y seguimos rindiendo tributo a nuestra familia: Nuestros principios e integridad moral.

La Venezuela de bien ha despertado, los ciudadanos de espíritu indomable se han levantado con más fuerza y han aprendido que estamos obligados a retomar el ejercicio de nuestra ciudadanía. Han entendido que si se puede hacer política de altura, esa Venezuela digna de espíritu indomable y valiente a través del dolor comprendió que así como tú y como yo, hay millones que se niegan rotundamente a vivir en la miseria. Hemos transformado la rabia y la impotencia en coraje, para reimpulsar esta gran nación a la tierra de gracia que nos espera. 

Solo me queda hacerles una petición, o mejor dicho, una exigencia: Está prohibido rendirse, está prohibido quebrarse; es inevitable llegar al cansancio y si lo hacemos que sea para tomar aire y reponernos los grandes espíritus del bien siempre han vencido la oscuridad y esta no será la excepción. Los ciudadanos de bien y de espíritu indomable estamos obligados a avanzar en honor a nuestros principios, en honor a quienes ya no están, en honor a quienes dejaron su sangre en el asfalto.

Estamos obligados a alcanzar la libertad por quienes nos entregaron sus antorchas y juramos que jamás le íbamos a traicionar. Estamos obligados a alcanzarla por ellos, por los nuestros y por todos los que vendrán. 

¡Dios les bendiga, hermanos!

Rafael Ángel Villafañe Díaz
Coordinador municipal de organización DEM Barinas