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Todo indica que no existe en este momento en Venezuela el firme propósito por parte de quienes dicen liderar la oposición, de reventar al régimen tiránico. Justo lo contrario. Se articulan más o menos cómodamente a su planteamiento de políticas paralelas. Y, hasta podríamos decir, buscan limar asperezas centrándose en las posibles coincidencias que permitan la juntura: la cohabitación. 

¿Quién confía hoy a ciegas en que ocurrirá un reventón político que propicie la reinvención del país? Nada de eso. Se ha medrado con oportunismo chabacano en este alentar el paralelismo como posibilidad, o en todo caso, a ir tendiéndole la cama al compartir la direccionalidad ejecutiva del país. Así se soportó en el estado Miranda cuando tuvo dos gobernadores: Capriles y Jaua. Así se soporta en Táchira y en Nueva Esparta, por ejemplo, con los gobernadores adecos. Así se soportaron (soportan) hasta tres Asambleas Nacionales: la «verdadera», la Constituyente y, el adefesio insostenible más novedoso del régimen, la de Parra. También hay dos seres llamados presidentes en éste, nuestro absurdo país. Y nada. Nadie patea la mesa. Nadie se planta firme en busca de una solución más definitiva que permita enrumbar el Estado por algún sendero promisor. 

El G4, como se autodenomina el puré político de hasta ahora: Acción Democrática, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y el colgante Primero Justicia; la mesita, según algunos comienza a presentar cojera o va en camino, porque hay para ellos en su ficción un camino a quedar sin una pata. Ese grupo, el de los improductivos, para nosotros diálogos de Stalin, busca hacerse del poder no quitando a los que están. Eso de apartarlos para siempre les luce violento, indelicado, para con los panas que mantienen presos o torturados a otros verdaderos panas, o los han matado. Por cierto, la cohabitación es un planteamiento de estos del G4 sin ningún arraigo visible por parte de quienes nos sojuzgan. Es un ruego de quienes detentan un fatuo poder paralelo sin posibilidad de maniobra en el ejercicio del mismo.  

El » librito» político está allí para leerlo y aplicarlo. Pienso en una sentencia firme expresada por un profesor de nuestra Universidad Simón Bolívar, Aníbal Romero; hace años en su aporte intelectual acerca del populismo: «En un Estado no-democrático, la única vía para obtener formas razonables es a través del derrocamiento violento del gobierno y la posterior introducción de un marco democrático». ¿Cuál es la novedad que se pretende imprimir ahora? ¿Cuál juego se plantean, creativo y sin resultados a casi año y medio de la jura de Guaidó en la vía pública?

¿Es sostenible por más tiempo esta tan ambigua situación, así? ¿Están dispuestos los EEUU y otros países amigos a sostener económicamente esta plaga improductiva de régimen bifurcado  indefinidamente? ¿Estamos los venezolanos en disposición de soportar más y más este simulacro de vida, está sobrevivencia al límite con la muerte al lado en acoso permanente hasta por hambre diaria? Hay que definir. Y es ya. 

De seguir este guabineo que pretende por un lado ir arrimando a quienes usurpan el poder, como si de un arrime de bolas criollas se tratara; o irlos estrangulando más económicamente hasta secarlos como un sapo, o una chicharra; sin verdaderos resultados efectivos, esta situación se irá prolongando más de lo soportable por todos los factores internos y externos que confluyen en la artificialmente alargada diatriba. Puede irse de las manos por no querer o no poder irse a las manos. 

Venezuela no aguantará indemne el estiramiento interminable de esta situación. Pero, para este año no se vislumbra una adecuada salida electoral, por lo menos, con los esbirros al frente de un proceso comicial. Por más que comiencen de nuevo a retumbar cacerolas, ollas o sartenes de tan ingrata recordación. El mentado Gobierno de Emergencia Nacional si es en paralelo no pasará de ser retórica vacua. Urgimos una salida pronta, decisiva, eficaz; el verdadero «cese de la usurpación» ha estado en las manos de algunos que buscan prolongar esperanzas  interruptas, espasmódicas, como de tos de tuberculosis, cada cierto tiempo, creando frustración y desasosiego. Es hora ya, luego será tarde. Tal vez demasiado tarde.