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Leyendo lo que escribían mis amigos de colegio en el grupo de WhatsApp que crearon para mantenerse en contacto, hubo un comentario que llamo mi atención, me hizo reflexionar por un largo rato y obligó a mi conciencia a escribir de nuevo. Mi amigo escribió: “Lo que sabemos de historia es que no sabemos nada de historia”. Debo confesar que mi memoria histórica es terrible. Sin embargo, hay hechos y personajes que han sido protagonistas de la historia reciente de nuestro querido país que han quedado sembrados en mi recuerdo, esperando no solo que la justicia divina se materialice en su momento pero que la justicia terrenal se haga sentir con fuerza y sin duda, sobre aquellos que violaron las leyes y su juramento de servir al país.

Sentimientos encontrados, lloverán críticas; extremista, radical, que no apoyo, que critico a un opositor y pare usted de contar los calificativos y epítetos que uno puede recibir si critica a alguien que hasta hace poco ejerció un cargo público de relevancia sirviendo a la revolución y ahora se encuentra supuestamente del lado opositor, quien  estuvo comulgando, delinquiendo, apoyando, encubriendo y cooperando con un rebaño de incapaces, trasnochados revolucionarios que se sienten ungidos de pueblo, que pretenden quedarse indefinida y arbitrariamente con el país al cual han convertido en un Estado fallido.

El dicho “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” no puede aplicarse a la ligera. Es inaceptable que un funcionario público que se juramentó para garantizar el correcto funcionamiento de los procesos judiciales para ser garante del cumplimiento y respeto de todos los derechos y garantías legales vigentes en la República, haya hecho todo lo contrario durante más de 10 años de ejercicio en el cargo y ahora pretenda esgrimirse ante los venezolanos y ante el mundo como la gran defensora, luchadora de los DDHH.

Al notar que el engaño “socialista revolucionario” se hundía y se hunde, lento pero seguro, decidió abandonar el barco, y repentinamente como quien recuperándose de una grave miopía que no le permitía ver la verdad verdadera, se da cuenta de las diarias violaciones constitucionales y legales que sus camaradas cometían a diario y que ella veía pero no quería ver o bien consentía u omitía para agradar al resentido de Sabaneta y a su séquito de fanáticos, delincuentes e incapaces que han destruido al país. 

Atrás, en el olvido, como en una tumba sin nombre pretende dejar sus presos por el solo hecho de disentir o protestar contra el gobierno, a aquellos inocentes que acusó sin tener pruebas, a aquellos enjuiciados y encarcelados con el apoyo de un sumiso poder judicial tras solo recibir la orden de su líder revolucionario, a aquellos oficiales o policías presos por defender a su país, a aquellos que no acusó por ser sus camaradas,  a aquellos que por presión y conveniencia, no por convicción de responsabilidad tuvo que perseguir, acusar y lograr ser privados de libertad física, mas no de sus conciencias que siguen más libres que nunca. Si es ella, es Luisa Ortega Díaz, quien representa al verdugo que llevó a la guillotina a muchas personas inocentes, marcando por siempre sus vidas y la de sus familiares, solo por complacer y mantener en el poder a sus camaradas.     

Por conveniencia no se puede tener como amigo a mi enemigo, por el solo hecho de ser enemigo de mi enemigo a sabiendas de las innumerables violaciones de DDHH que esa persona cometió y consintió en contra de aquellos a quienes debió defender y garantizar sus derechos y garantías legales. Brincar la talanquera por conveniencia más que por convicción no puede ser considerado como un escudo que aísle a esa irresponsable funcionaria que tiene la desfachatez de presentarse como Fiscal General en el exilio, de presentarse o ser presentada ante la justicia y que se defienda de las graves violaciones que cometió durante el ejercicio de su cargo. Su última designación como Fiscal es cuestionable y aunado ello a su largo historial de violaciones de DDHH que se encuentran debidamente documentadas, hacen incomprensible que el gobierno interino aún le considere y mantenga como la Fiscal General en el exilio. Debe ser removida y enjuiciada sin que tiemble el pulso por ello. La limpieza entra por casa.

No hacerlo sería aceptar que Nicolas Maduro, Diosdado Cabello y el resto del grupo narco gobernante pudieran ser considerados como nuestros “amigos” si alguno de ellos decidiera apartarse de su pandilla y esgrimirse como frontal opositor a las pretensiones de estos gobernantes de nuestro Estado fallido. ¿Deberíamos olvidarnos de todas sus actuaciones ilegales, violaciones de DDHH, corrupción y destrucción planificada de nuestro país? ¿O deberíamos aceptar que han cambiado su postura, pero al mismo tiempo tenderles la alfombra y llevarlos directo a las puertas de los tribunales nacionales e internacionales para que sean enjuiciados y tengan oportunidad de defenderse, como debe ser en un Estado de Derecho?  

No deberíamos considerar ni nombrar más a esa ciudadana como nuestra Fiscal General. Que ahora está supuestamente en contra de los que gobiernan y destruyen al país, perfecto. Con todo el conocimiento que ella tiene de las andanzas y actividades de los narco gobernantes, ella puede aportar mucho para terminar con esta farsa del socialismo del siglo XXI y enjuiciar a los responsables. Pero debe hacerlo desde otra trinchera, como una ciudadana más que desea que esta pesadilla termine, luego de haber respondido ante la justicia por su oscura y nefasta actuación en el Ministerio Público. Actualmente en USA ella es objeto de investigación por presuntos delitos que cometió y se le vincula con la Operación Gedeón. Otro fiscal debe designarse de inmediato en beneficio de la institución y de la coherencia en el verbo y acción de parte de nosotros como oposición.

Ni cómplices ni corruptos es la consigna. Ese es el mensaje que debe ser claro y coherente si deseamos un país libre, próspero, hermoso, en el que cada uno pueda dedicarse a lo que quiere, explotando al máximo sus potencialidades y recursos, todo dentro del marco de un gobierno que garantice la seguridad democrática, que brinde seguridad a los inversionistas, que apuestan y creen en el país, bregando y buscando siempre la seguridad del ser humano en todos sus aspectos.

Eduardo J. Díaz Ayala

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