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Hay un pasaje de la biblia que dice “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3) y viene a mi mente cuando pienso en el tiempo del hartazgo con respecto la causa de Venezuela.

Desde 2014, cuando respondí al llamado de Antonio Ledezma, Leopoldo López y María Corina Machado para lograr “La Salida”, me sumé -como muchos- con la convicción de alcanzar el fin del régimen que ya entonces nos robaba el futuro.

Fueron meses de lucha, aprendizaje y mucho dolor. Fue asombroso y a la vez resultaba desafiante. Aprendí que solo mi ilusión no era suficiente, que la política era necesaria y que no se cambia el mundo solo con una opinión. Meses después me uní a Vente.

Hago un repaso de mi inicio en la política partidista porque desde entonces el tiempo del hartazgo ha estado presente cíclicamente.

Es, en definitiva, el tiempo del año donde la llama que nos mueve como sociedad para luchar fervientemente en contra de los tiranos, se apaga, y se diluye en el medio del -cada vez peor- asedio chavista. Es el tiempo cuando se fractura la fe, la rabia nos ciega y la pretensión del ser escéptico quiere ganarle al optimismo empedernido.

No son solo palabras, es un periodo completo. El país se levanta en el primer trimestre del año, se tropieza en el segundo y tambalea hasta que casi quebrado llega diciembre con el deseo de que la navidad o el año nuevo traiga la esperanza de que este episodio triste de nuestra historia llegue a su fin.  

El tiempo del hartazgo vino después del dialogo; de los 12 nefastos diálogos entre la pseudo-oposición y el régimen. Vino también después de que algunos olvidaran el compromiso del plebiscito del 16 de julio. Llegó pronto, después del simulacro de elección presidencial, sus consiguientes; y por último después del madrugonazo del 30 de abril.

Todo indica que el tiempo del hartazgo ha llegado para este 2020, al menos a lo interno, sólo María Corina es luz en una extensa geografía silente y a oscuras.

Ya los medios internacionales poco o nada le dan cobertura a la dramática situación de Venezuela. Aparecen algunos reportajes, pero no hay espaldarazo que sirva cuando las reservas nutricionales de nuestra gente se están acabando y las opciones se reducen a morir de hambre o por coronavirus.

El apaciguamiento y la dilación, por temor a la justicia y al cese de los negocios que han surgido a partir de la catástrofe socialista, han postergado la posibilidad de que una coalición internacional sea conformada y, represente al fin una amenaza real y creíble, ese es también el Leitmotiv de nuestro agotamiento.

El tiempo del hartazgo lo impone régimen como beneficiario principal, con el respaldo de los cohabitantes de siempre. Sus siniestros asesores siguen cabalmente lo dicho por Sun Tzu: “Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar”.

Jorge Luis Borges escribió qué “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”; ser valientes para resistir los tiempos recios que vienen, dependerá de cada uno. En especial en las horas cuando el desgano es lo más fácil y hasta la resiliencia escasea. Evadir la realidad no desaparecerá el problema, ni la muerte. He ahí nuestro dilema.

Miguel Ángel Martínez

Venezolano y Coordinador de Vente Argentina

@Martinezmiguell