Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

En medio de  la  pandemia, nadie sabe el nombre del ministro usurpador en el sector salud y tampoco el del responsable de Defensa Civil. En otros tiempos, la opinión pública estuvo familiarizada con los titulares de ambos  despachos ante cualquier eventualidad que afectara a  la población. Era lo lógico al tratarse de los funcionarios directamente responsables y especializados. Hoy no ocurre porque –de un lado– Maduro y Delcy monopolizan el tratamiento de cualquier cosa que ocurre y, de la noche  a la mañana, son expertos en salud y en todo lo que pueda romper con la vida cotidiana. Así funcionan los capos en el poder. Y –por el otro– al ministro usurpador y al director general en cuestión, les interesa el anonimato para evadir sus responsabilidades.

Todo el mundo sabe a qué debe dedicarse Defensa Civil para casos de emergencia colectiva, desastres naturales, conmociones sociales, etc. Peo en ningún caso, se le ha visto por todos los rincones en Venezuela. La gente misma toma sus precauciones para evitar una desgracia y, sin embargo, ocurre.

Una periodista conocida, hija de un gran poeta venezolano, como Serenella Rosas, murió al manipular la bomba de agua del edificio que habitó en Caracas. Hay quienes le meten mano a las instalaciones de gas o a las eléctricas, porque el régimen no se ocupa ni de las más elementales previsiones. Hay un incendio por aquí o por allá, ni arrancan los camiones de bomberos, ni tienen gasolina y, lo peor, tampoco agua. El Estado fallido, por supuesto, no responde.

No quiero ser pájaro de mal agüero con esto, pero ¿Si ocurre un sismo de mediana o alta intensidad en mi querido país? Cada quien tendrá que vérselas como pueda, ya ni la más básica campaña de precaución rueda por ahí. En tiempos de pandemia, Defensa Civil es un adorno en manos de las mafias que le han sacado el jugo a la cuarentena, desde la gasolina hasta los productos de  primera necesidad.