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Entre algunas de las interrogantes del temario anterior, apuntaba: ¿Cómo decir a lo bueno malo y a lo malo bueno?  Aunque parezca algo muy sencillo, dicha inquietud pone de manifiesto uno de los aspectos decisivos en los destinos de cualquier individuo, grupo humano, organización social y hasta la consciencia de un país.

Desde muy joven (hace bastante), ante ciertas circunstancias que el refrán denota, escuchaba de los adultos expresiones como:

Ahora sí es verdad pues, los venados corriendo detrás de las escopetas.

Y otra, que hasta jocosa es:

Vea pues, ahora las paredes orinan a los perros.

Mediante dichos refranes populares, de alguna manera la gente ha tratado de explicar eso que ya empezaba a mostrarse y a ser aceptado como normal, vale decir, «BUENO» sin serlo.

Al respecto, los comentarios pueden abundar, por ejemplo: Si un hombre se organizaba para tener una pareja y con ello, unos hijos bajo la fórmula integral de una familia estable y permanente, ya daba que hablar, entre familiares y amigos. -Tan «chévere que era mi compadre cuando soltero y desde que se casó, míralo que ni voltea»-, de colmo -«la mujer lo tiene dominadito, lo perdimos», o -que si la mujer es una sifrina que lo volteó para ella solita-.

Folclor urbano toda aquella película cuando, en el mejor de los casos, el susodicho lo que procuraba y mostraba era una necesidad natural de organizarse en circunstancias favorables de progreso, pero esto era considerado como MALO, y de eso ha estado colmada la realidad cotidiana.

Otro ejemplo: si dedicabas un importante tiempo de tu vida a capacitarte y con ello asumir un trabajo estable: -«Oh! Que desperdicio de tiempo, tantos años de estudio y una carrera»-. Eso era MALO. Una vez cumpliendo y haciendo cumplir los requisitos de un determinado trabajo: -Allí está ese «jala mecate», el MALO-.

En otro escenario, lo más terrible lo pude observar una vez que se produjo un robo a un banco (le decían «atraco»). Los divulgadores de la noticia por los medios vociferaban y hacían de las suyas poniendo por lo alto las maniobras de los delincuentes en sus fechorías, al punto que al momento se escuchaba a la gente repetir aquello como una HAZAÑA GLORIOSA. De este modo era exaltado lo MALO como BUENO.

Y de esa manera, demasiadas cosas MALAS fueron admitiéndose, y peor aún, imponiéndose como buenas, a saber: el bajo rendimiento y la deserción estudiantil, la mediocridad profesional en el desempeño de algunos actividades, la poca o nula supervisión en el rendimiento ocupacional, sobre todo en el sector público,  la llamada «chuleta», el copiarse los trabajos de otros era un acto de «vivos» cuando los demás dedicados estudiantes con su abnegación eran tildados de «tontos». Así ocurrieron demasiadas cosas donde la guinda del pastel y la corona de la reina se la colocaron quienes se aprovecharon de la función de las políticas públicas.

Si me meto por esta calle no salgo nunca. En esta, lo normal y BUENO era aprovecharse y apropiarse de los bienes públicos: esto se hizo BUENO. Si estabas allí y no lo hacías eras el MALO.

        Estimado lector, aquí debo cortar, no porque se me haya terminado la tinta, sino porque se ha caído la energía eléctrica y estas últimas letras las estoy haciendo con la poca carga de la batería que apoya mi máquina. ¡Enhorabuena!

Asdrubal Romero Silva
Secretario político municipal – DEM Barinas