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La República tiene entre sus principios fundamentales la separación de los poderes. Debemos reconocer que este principio casi nunca se ha cumplido totalmente en nuestro país.

Pero en la Venezuela actual, la cosa es grotesca; porque no estamos ni siquiera en una República débil o en una “democracia imperfecta”, como algunos apuntan, sino bajo un Estado criminal, cuya lógica corrupta y mafiosa ha permeado todos los poderes públicos, a todas las escalas. Con Chávez comenzó la dinámica autoritaria y totalitaria y Maduro la ha seguido a la perfección.

En ese marco, las gobernaciones y alcaldías también actúan bajos lógicas criminales y mafiosas, como la Cosa Nostra, donde la Constitución, las leyes y los reglamentos son violentados y utilizados para profundizar las dinámicas mafiosas e imponer la decisión del criminal más fuerte. Esto sin contar con que quienes actualmente están frente a alcaldías, concejalías, gobernaciones y parlamentos estadales en todo el país, usurpan funciones, porque sus cargos fueron adjudicados mediante procesos electorales fraudulentos, desconocidos por los venezolanos y por la comunidad internacional democrática.

En este contexto, en Camaguán, el usurpador de la alcaldía es recientemente “despojado” de sus funciones y reemplazado a los trancazos por un cuerpo “colegiado” o, más bien, un triunvirato o cuarteto, designado por el gobernador, también usurpador. Todo tan a los trancazos como el mismo “alcalde” fue puesto en ese cargo.

Hay personas que pueden aplaudir estas acciones. Pero hay que tener mucho cuidado con lo que esto representa, aquí, a la vuelta de nuestra esquina. Todo esto es un Estado criminal en carne viva, donde mafiosos se imponen a otros mafiosos. Ninguno busca el bienestar ciudadano, como sí buscan las autoridades en democracia. Buscan imponerse, sacar del juego al que no se alinea con sus intereses e imponerse siempre a costa de todo; incluso, a costa de la propia vida humana. Ya aquí mismo en Camaguán lo hemos visto.

Los venezolanos tenemos que estar muy conscientes del territorio que estamos pisando. Un territorio que esas mismas mafias han abierto a otros grupos criminales extranjeros, como la guerrilla y el terrorismo islámico. Venezuela hoy no es una república, mucho menos hay democracia, sino un territorio ocupado por un complejo entramado criminal. Salir de esto es igual de complejo, pero no imposible. Es nuestra tarea, asumiendo de entrada que solos no podemos, que este entramado criminal es también un peligro para todos los países de Occidente y que, por eso, salir de este sistema mafioso requiere la participación concertada de distintos actores en una operación de desocupación de nuestro territorio.

Nunca como antes en Occidente se había configurado lo que hoy se configuró en Venezuela. Por eso se requieren acciones y estrategias que nunca antes se han aplicado. Solo así lograremos la tan preciada libertad y solo así tendremos la oportunidad de construir un gran país desde esas alcaldías, gobernaciones y parlamentos desde los cuales hoy se opera para seguir desangrando a Venezuela.