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En Venezuela hemos sostenido por décadas que somos un país rico, pero la verdadera riqueza de una nación está en su gente.

El enfoque de desarrollo humano es tan significativo, que nunca para de comprender el vertiginoso mundo en que vivimos y de encontrar nuevas formas para aumentar el bienestar de la gente. De hecho, el desarrollo humano no se trata de un conjunto de preceptos fijos y estáticos, sino de un concepto en constante evolución, cuyas herramientas analíticas se adaptan a los cambios que ocurren en el mundo.

En Venezuela suele escucharse que somos el país más rico del mundo, una oración de identidad ciudadana que se ha vuelto famosa en la elocuencia empática de los venezolanos, pero existe una gran verdad y es que la mejor riqueza que tiene una nación es el capital humano.

¿Contamos con esa profusión? Se podría decir que sí, pero tenemos mucho que aprender.

Era la Venezuela próspera, parecía que nada podía ir mal cuando en los años 80, el mundo todavía miraba con admiración nuestro país. Con las mayores reservas de petróleo en el mundo; minerales (oro, bauxita, hierro, carbón, coltan, grafito, perlas), recursos hidroeléctricos, cacao, gas, turismo, pesca. Recursos que parecían inagotables y que ubicaron a la patria en el primer lugar del listado de las naciones más ricas de Latinoamérica. Hoy, nuestro país ocupa el antepenúltimo puesto.

Transformación económica.

A partir de 1945 y durante más de 30 años, la economía venezolana experimentó un fuerte crecimiento y desarrollo económico constante, esto trajo como consecuencia que muchas personas de diferentes partes del mundo emigraran hacia Venezuela durante la década de 1950, 1960 y 1970. Ya en la década de 1980 y también parte de la década de 1990, la economía venezolana se contrajo debido a la caída de los precios del petróleo, pero a pesar de las elevadas tasas de inflación en la época, ésta seguía siendo estable y figuraba como la cuarta economía más grande de América Latina. Hago referencia a esos procesos, ya que considero que el mayor crecimiento que se efectuó durante esos períodos fue producto del baluarte humano; no existía la decrepitud institucional y la decadencia moral, había oportunidades de desarrollo y se comprendía que el talento es parte del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación, que el mejor capital en que se invierte, es en los seres humanos.

Fuga de capital.

Desde que Hugo Chávez impuso estrictos controles de cambio en el año 2003, en un intento de implementar su sistema económico de nacionalización, expropiaciones y evitar la fuga de capitales, se han producido una serie de devaluaciones de la moneda. Fue allí donde se dió el primer éxodo venezolano; se llenó Europa, Asia y América del Norte de extraordinarios profesionales y el capital humano empieza a desplomarse, luego conocemos lo que hoy está aconteciendo.

Venezuela actual.

La economía de nuestro país está en un punto de no retorno, vivimos una crisis humanitaria trágica.

En Venezuela abunda el caos, estamos perdiendo el capital humano cuando vemos que mueren más de 11.500 niños al año por malaria, desnutrición y otras enfermedades; perdemos el capital humano cuando emigran los futuros profesionales y emprendedores a otros países buscando bienestar social y calidad de vida; perdemos calidad humana cuando no hay salud, educación y formación ciudadana; perdemos cuando por escasez de medicamentos, más de 750 mujeres mueren al año después de haber dado a luz, y así, un sin fin de situaciones.

Esto me llama a la reflexión. Como líderes debemos prestar atención a lo que está pasando con nuestro capital humano; están violando nuestros derechos de vida, libertad y pareciera que aún no hubiésemos entendido la precariedad del asunto. Todos estos factores respecto al desarrollo del recurso humano se limita, los niveles de inversión se dismininuyen, la capacidad innovadora tiende -en la mayoría de los casos- a ser nula, y en consecuencia, se experimentan reducciones en la producción, es allí donde podemos identificar lo importante que es el capital humano.

Ahora bien:

Dentro y fuera de Venezuela -a pesar de estos aspectos insustanciales-, podemos hacer un recuento de nuestros hermanos venezolanos que ante la adversidad han demostrado sus habilidades y talentos en el mundo.

El autor de “No le tenga miedo al dedo”, René Sotelo, es un médico venezolano brillante que ha ganado la categoría de Medicina. A sus 55 años, se le considera uno de los cirujanos más destacados en el mundo, con más de 2300 operaciones en 22 países.

La categoría tecnológica, se la damos a la venezolana Evelyn Miralles, quien es el cerebro, por más de 20 años del exitoso programa de realidad virtual para entrenar astronautas de la NASA, que busca fundamentalmente preparar a los astronautas para enfrentarse con el espacio una vez están fuera de la nave o de la estación espacial.

María Mercedes Román Villasmil es una joven zuliana, de 27 años, que dejó el nombre de Venezuela en alto este 28 de octubre, al convertirse en la única venezolana graduada con honores de la maestría en Derecho Internacional Público en Queen Mary, Universidad de Londres, Inglaterra.

Si hablamos sobre el impacto científico, podemos recordar la vacuna contra la lepra que se inventó en Venezuela por el doctor y científico Jacinto Convit, en 1987. El bisturí de diamante, una idea venezolana inventada por Humberto Fernández Morán, junto a 5 patentes en Estados Unidos, permite hacer cortes precisos a nivel molecular.

El talento venezolano siempre ha sido reconocido en el mundo -desde el siglo XIX-, por sus aportes a las ciencias y al desarrollo de la humanidad. Desde antropólogos, biólogos, dermatólogos, físicos, tecnológicos, innovadores, meteorólogos, naturalistas y demás científicos, han dejado su huella a través de sus investigaciones e interés por mejorar la calidad de vida del hombre en la Tierra. Ellos son algunos de los que con su ejemplo, dedicación y entrega figuran en la historia universal entre los científicos venezolanos más famosos, sin mencionar a otros como Claude Mattei, Janis Rácenis, Manuel Nuñez Tovar, a todos los peloteros, reinas de bellezas, estudiantes, investigadores, innovadores y otros.

Queda demostrado que la verdadera riqueza de una nación es su capital humano. Aunque estemos regados por el mundo, juntos lograremos construir la Venezuela que soñamos.

 

Twitter/Instagram: @cabrerasadl