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Hace unos 2 meses las carreteras del país han sido testigos de una nueva oleada de venezolanos que vuelven a huir de la compleja crisis a la que el régimen socialista ha sumergido nuestra nación. Con la llegada a Sur América de la pandemia del Coronavirus, a mediados del año, muchos connacionales retornaron a nuestro territorio, producto de que en los países a los que habían emigrado, las fuentes de trabajo se vieron mermadas, y muchos de ellos quedaron en la calle, sin ahorros, sin hogar, sin país. Por ello, y a sabiendas de lo que les esperaba acá, decidieron regresar.

Ahora deciden volver a salir del país y seguir incrementando los números de la diáspora, que se estima ya en más de 7 millones de venezolanos, pero las condiciones actuales, son más difíciles, ya no se van solos, se llevan a cuesta a su familia, niños, abuelos, no quieren dejar atrás a nadie. Solo queda un país que no les ofrece esperanzas, un país destruido por el Estado Criminal que tiene secuestrado el poder desde hace más de 20 años.

A diario, los barineses vemos pasar por las carreteras que conducen hacia San Cristóbal o a Guasdualito, entre 300 y 1.000 venezolanos, que recorren cientos de kilómetros hasta llegar a su primera parada, que es la frontera con Colombia. Van caminando, arrastrando sueños y esperanzas; solo llevan a cuesta un bolso, con pocas pertenencias, nada que les pueda pesar mucho -el mayor peso es el país que dejan atrás-, exponiendo su vida en las vías, ante el peligro de que cualquier vehículo los pueda atropellar; con un sol inclemente, que en las mañanas les da de frente, y en las tardes lo llevan en la espalda; en las noches duermen en el piso, en algún espacio que les brinde abrigo y les permita resguardarse del frío.

En el transcurso de los cientos de kilómetros que recorren desde sus ciudades de orígenes, enfrentan cualquier cantidad de peligros, lamentablemente también enfrentan los abusos de poder y la extorsión, de los cuerpos de represión del régimen -hace años dejaron de ser organismos de seguridad- quienes en alcabalas y puestos de control les requisan sus pocas pertenencias, con el fin de quitarles dólares o algún bien que lleven.

Pero también consiguen personas solidarias, que les brindan alimentos, cobijo, un sitio para pasar las noches en mejores condiciones que en la carretera, muchos les dan la cola en camiones o gandolas, tratando de aminorar el peso de los kilómetros. Cada una de esas personas que con solidaridad le brindan apoyo a los caminantes, nos hacen ver que no todo está perdido, que existen venezolanos de bien, que piensan en el prójimo, sin esperar nada a cambio.

En Vente Venezuela trabajamos a diario para lograr liberar al país de las cadenas que nos oprimen, pero también estamos elaborando un proyecto que permitirá construir un mejor país, una nación libre y próspera, que sustente su avance en torno al libre desarrollo de sus ciudadanos, un país con oportunidades para todos, donde se creen las condiciones para que la diáspora regrese y ayude a transformar a Venezuela en una verdadera Tierra de Gracia.

 

César Tablante Serrano
TSU en Contaduría Pública
Coordinador de Comunicaciones de Vente en el estado Barinas
@cesartablante