Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

La erosión, distorsión y atomización de la sociedad se percibe con mayor claridad en las universidades. Eso de ser guía de aquella quedó también como letra muerta, así como muerta está toda letra, todo signo de nuestra constitución. De este modo, los partidos políticos abundan, se multiplican con ideas y acciones disímiles, la fuerza armada postrada a ser benefactora de míseras dádivas, la iglesia respondiendo en fragmentos a intereses internacionales (por momentos luce la institución más coherente, por razones obvias, aunque sus devaneos, especialmente marcados por las directrices papales la hacen pifiar a menudo). El más reciente trabajo de bloque contundente de enfrentamiento a la tiranía lo logramos con la abstención, sin saber, o sin querer defender sus aciertos.

Pero volvamos a la universidad. Surge la añoranza de las  luchas contra dictaduras, cuando había ideales, proyectos de trascendencia política y social, de permanencia más definitiva en el tiempo y en el espacio. Aguantar no es suficiente para la sociedad y menos aún para la universidad. Resistir es otra cosa, resistirse, enfrentarse. Allí surgen diversas posiciones, como resulta connatural al ser universitario: la universidad abierta ¿Para qué?, pudiéramos preguntarnos. Y pudiéramos respondernos: ¿Sólo para repartir y recibir clases?

Otros planteamientos: aceptar lo que sea -en términos presupuestarios y también de maltrato laboral- y buscar alternativas generadoras de recursos (o sea, hacernos los paisas con respecto al país). En cuanto a las elecciones rectorales, bueno, desconocemos al régimen y al TSJ espurio, pero acatamos y seguimos.

¿Dónde quedó, en cual pared ensangrentada por otros tiranos y por estos quedó plasmada e inamovible la rebeldía universitaria?

La autonomía es una mención. Los universitarios no podemos ser conformes. No hablo solo de los alumnos, es más, no hablo de los alumnos. Una autoridad no puede ni debe dejar pasar eso que asignaron como presupuesto. Un profesor o un trabajador no puede, ni debe aceptar que esa paga sea el reconocimiento de su trabajo, de su trayectoria, de su experiencia, de su valía. El «clases como sea» no puede ser la consigna de un universitario. Mientras tanto, observamos hasta microscópicamente la destrucción institucional y física de las universidades y del país, como si con uno no fuera y seguimos como si nada. Inventamos alternativas para salvar más al régimen que a la universidad. Le donamos para sus fechorías el que debería ser nuestro sueldo y nuestro presupuesto de funcionamiento, por ejemplo. Todo menos confrontación con los criminales.

¿Cuantas universidades han cuestionado abiertamente la violación sistemática de los Derechos Humanos? ¿Cuántas han cuestionado la existencia de presos políticos, la persecución, la muerte, la criminalidad del régimen pútrido? ¿Cuántas cuestionaron las elecciones fraudulentas? ¿Cuántas han defendido a la Asamblea Nacional legítima todo este tiempo? ¿Cuántas se quejaron siquiera del presupuesto que les asignaron para el año 2021 y del modo que lo hicieron, sin pasar por la Asamblea Nacional? Menos del 10 por ciento en todas; en la USB el 0,5 por ciento de lo solicitado (nada). ¿Cuántas elevan una queja al Estado y/o fuera del país por el maltrato laboral en sueldos, en seguros y en toda la que debería ser protección social de profesores, trabajadores y obreros conjuntamente con sus familias? La FAPUV viene pidiendo una reunión con AVERU para tratar el tema de las clases así y del funcionamiento, creo que ni respuesta le dan. ¿Guía de la sociedad? ¿Cómo? ¿Con clases virtuales chucutas y estropeadas?

Guiaremos a la sociedad cuando contribuyamos seriamente a su articulación contra toda esta tragedia que soportamos; somos ágiles soportadores, está comprobado. Cuando nos rebelemos de verdad ante las imposiciones del régimen, seamos faro de y con los partidos políticos y las demás instituciones, que por ley deben ser democráticas. Sin prurito, sin la tan chocante exclusividad  Los universitarios no tenemos por qué aguantar callados las humillaciones del régimen a nosotros y a toda la población venezolana. No debemos contemplar inermes la destrucción educativa y del país.

Urge una articulación de la universidad con todos los factores democráticos. No estamos en tiempos de fronteras inquebrantables entre la política, la religión, la fuerza armada y los linderos de los estudiosos. Nuestro deber es articular en conjunto a la sociedad para presionar dentro y fuera el definitivo acabamiento de esta tragedia, ya después habrá tiempo de retornar a los escritorios, los laboratorios y las bibliotecas (físicas o virtuales). La sociedad demanda hace mucho atención de emergencia. A la universidad le corresponde, hasta por ley, brindársela.