Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

Desde inicios de la «revolución bolivariana» -y sus supuestos ideales de la repartición de la riqueza-, muchos venezolanos que avizoraron la tormenta que se avecinaba, empezaron a huir del país. En junio de 2002, familias que habían inmigrado a Venezuela comenzaron a partir debido a la inestabilidad económica y política. De acuerdo a la Migration World Magazine, ya en 2009 se estimaba que más de 1 millón de venezolanos habían emigrado desde que Hugo Chávez y sus delirios de grandeza llegaran al poder.

En diciembre de 2015 más del 30% de los venezolanos planeaba abandonar Venezuela permanentemente. Este número casi se duplicó meses después; en septiembre de 2016 el 57% de los venezolanos deseaban abandonar el país, de acuerdo con Datincorp. La OEA y voceros de ACNUR la catalogaron como «la emigración más grande que ha existido en la historia del hemisferio occidental».

La inseguridad, la criminalidad, la poca o inexistente capacidad para acceder a la alimentación, así como a bienes y servicios, la inflación galopante, las pocas oportunidades de trabajo, los sueldos miserables de empleados públicos que no llegan a 2 dólares mensuales, en fin, la miseria que ha provocado el régimen socialista que por más de 20 años ha mantenido secuestrado el poder en Venezuela, ha hundido a uno de los países más ricos de Latinoamérica, en una crisis profundamente compleja y sin precedentes.

Por una o por todas estas causas, nuestros hermanos a diario siguen huyendo, salen día a día caminando por las carreteras que conducen por las vías que van hacia las fronteras con Brasil o Colombia, con la esperanza de conseguir en sus países de destino un mejor futuro, ese que le robó el socialismo del siglo XXI.

Enfrentan peligros, extorsión, trata de blancas, y en muchos casos -lamentablemente- mueren en el camino, o cuando llegan a su destino, consiguen finales trágicos.

Los que se van, nuestros hijos, hermanos, tíos, abuelos, primos, familiares y amigos que se van, algunos de ellos corren buena suerte y consiguen un trabajo estable; un trabajo que les permite tener un mejor futuro, trabajan a brazo partido, en largas jornadas de trabajo con la intención de dar lo mejor de sí y poder enviarle remesas a las familias que dejaron en su tierra.

Pero también la gran mayoría de los que se van, no llegan a lograr su meta, muchos son sometidos a la terrible xenofobia como lo hemos visto en casos que se hacen virales a través de las redes sociales, en países como Perú y Ecuador humillan a nuestros hermanos por que según ellos les quitan las oportunidades de trabajo.

Hay casos peores, como el de la joven venezolana de 18 años que fue drogada y abusada sexualmente en Argentina el pasado sábado 23 de enero por el hombre que le había ofrecido trabajo; o en donde 3 días después, fue asesinado Orlando Abreu, de 27 años, quien recibió varios disparos por parte del líder de una banda que cobra vacunas a comerciantes informales en Trujillo – Perú. Estos son solo dos casos por nombrar los más recientes entre los miles de casos de venezolanos que viven situaciones terribles fuera de su patria, y que en el peor de los casos, pierden la vida, ilusionados en la búsqueda de un mejor futuro para ellos y su familia.

Esas situaciones que afectan a todos nuestros hermanos fuera del país, obligan a muchos a regresar, y en algunos casos regresan peor que se fueron, con sueños rotos, cicatrices profundamente marcada por el hambre, la humillación y vejaciones que tuvieron que pasar, pero como buen venezolano, con la frente en alto y la disposición volver a comenzar.

A los que que regresan, a esos hermanos, hijos, padres, familiares que vienen “con las tablas en la cabeza” tenemos la obligación moral de recibirlos con los brazos abiertos y demostrar lo que realmente somos, solidarios ante cualquier circunstancia.

Los que no quedamos, tenemos el compromiso de seguir luchando por la libertad, para lograr romper las cadenas socialistas que nos mantienen secuestrados, para cambiar de una vez y por todas este modelo de más de 20 años de fracaso, miseria y muerte. Tenemos la fe y la convicción de que pronto lo vamos a lograr y crearemos las condiciones para que millones de venezolanos regresen a ayudarnos a construir una mejor nación, un país extraordinario y hacer de Venezuela una verdadera TIERRA DE GRACIA.

¡Venezuela, piensa en grande!

César Tablante Serrano
TSU en Contaduría Pública
Coordinador de Comunicaciones de Vente en el estado Barinas
@cesartablante