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(Los Teques. 17/02/2021) No son solo los efectos de la censura o de la autocensura, impuestos por el régimen del terror en Venezuela. Se trata de todo un macabro plan de acabamiento del pensamiento libre, de la circulación de la información, de la opinión, de la expresión, en todas sus dimensiones.

Leo que más de veinte emisoras fueron cerradas el año pasado. Mientras se potencian las «comunitarias» y las también directa o indirectamente controladas por manos y mentes del despotismo oprobioso instalado en Miraflores. El ataque a los medios que transmiten información, noticias y/u opinión es deliberado con bloqueos y jaqueos permanentes. Acosadores, vulneradores de derechos humanos.

Voy desprevenido caminando por el centro de Caracas y me parece una rareza (como cuando frecuentaba Libros raros y manuscritos en la Biblioteca Nacional) ver periódicos en papel. Me acerco al mostrador del kiosko, abismado. Últimas Noticias y La voz. Más nada. Obviamente tinta sobre papel sangre. Tinta que destila fragmentos de terrorismo en gráficas, en letras, en nombres, dirigida a la conciencia del transeúnte desvalido, si acaso lo hay.

La censura ya no resulta indispensable. Tienen tomados casi todos los medios radioeléctricos, todos los periódicos impresos, hasta librerías y editoriales. Es un freno mayor a la difusión de datos, cifras y, por supuesto, a la opinión. El combate en este ámbito se vuelve una guerra frontal. Debemos valorar, reconocer y proteger los pocos medios que flotan en busca y difusión de la información. La confrontación resulta muy desigual. Pero la gran mayoría de la gente lo sabe.

La idea, cuando abatamos el terrorismo impuesto, es la de garantizar plenamente la libertad de expresión y de información. Sin privilegios ni discriminaciones. Como ahora tan evidentemente ocurre al contrario. Este dominio comunicacional también debe ser más profundamente denunciado, vociferado, en todas las esferas internacionales, con datos precisos. En una especie de informe que circule por el mundo, acerca de nuestro padecimiento de los límites informáticos. Otra de las formas que consiguieron para ahogarnos.

William Anseume