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La comuna es un tipo de división administrativa, en varios países, es una subdivisión administrativa menor que corresponde a una zona urbana, rural, o mixta. Esta figura es equivalente al municipio, o a la parroquia como instancias de administración local. Si se tratara de una mera forma de organización territorial, no habría mayores comentarios, pues ya conocemos que a falta de obras que mostrar, el régimen tiene la costumbre de cambiar los nombres a las cosas en un intento por borrar la memoria histórica del venezolano. Pero conociendo la vocación totalitaria del chavismo, bien podemos afirmar que estamos en presencia de un intento por suprimir las alcaldías y quizás, inclusive las gobernaciones del país, y con ello la soberanía popular que se ejerce a través del voto.

Un antecedente del concepto de comunas lo podemos encontrar en la Rusia prerrevolucionaria del siglo XVII, en las comunas rurales rusas que fueron denominadas como un mir, que era una comunidad campesina cuyas tierras se poseían y labraban en comunidad. Una apuesta contraria a la propiedad privada, donde se privilegiaba la propiedad común de un tipo más o menos arcaico. La tierra estaba dividida en parcelas que se asignaban a cada familia en función de su tamaño. Las familias cultivaban las parcelas y pagaban un tributo (alto alzado) al mir, después de lo cual retenían el resto de beneficios. El mir era responsable ante el Gobierno por el pago de los impuestos de la comunidad, por lo general en forma de un impuesto de capitación sobre los varones adultos. Sus asuntos estaban controlados por el Selski Stárosta (alcalde pedáneo), elegido por los cabeza de familia. Este modelo, tal como podemos inferir resultó en otro estrepitoso fracaso social. A partir de 1724 adquirió una función redistributiva, con reasignaciones periódicas de tierras a fin de satisfacer las necesidades y las circunstancias de las familias sobre la base de un sistema igualitario pero económicamente ineficaz de cultivo en bancadas o hileras.

Algunos ingenuos podrían pensar que la propuesta del estado comunal es un simple cambio semántico a la nomenclatura, o inclusive un esfuerzo loable y desinteresado por el bien común, pero si tomamos en consideración que Karl Marx se impresionó favorablemente por esta forma de organización comunal rusa, al punto de sentirse identificado ideológicamente a este modelo y reconocerlos como, «los viejos comunistas de Rusia”, podemos afirmar sin lugar a dudas que si antes fue bueno para Marx y para los marxistas, entonces definitivamente será malo para Venezuela y para los venezolanos.

El régimen que ocupa el poder desde hace 22 años, sabe que perdió las preferencias populares y sus políticas colectivistas socialistas, han generado un colapso económico colosal, responsable de una caída del 85% del Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela en los últimos 8 años, razón por la cual se ha empobrecido de manera dramática a los venezolanos, quienes de acuerdo a los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) que realizan las principales universidades y observatorios en Venezuela, el 96.3% de los hogares venezolanos son pobres, y casi el 80% de ellos se encuentra en pobreza extrema.

La propuesta de implementar un estado comunal para Venezuela, además de primitiva, es ilegítima y criminal, es otra tentativa fraudulenta para crear una nueva geometría del poder, con la cual se pretende transformar la organización político-territorial del estado Venezolano en su pretensión de institucionalizar su proyecto político de dominación y control social. Esto solo traería mas ruina y sufrimiento para los venezolanos. Es simplemente una excusa para terminar de derogar la voluntad y soberanía ciudadana.

Aquí, mientras no hayan reglas claras con plenas garantías, en lugar de estar pensando en unas próximas elecciones -que cuando los opositores logran derrotar a los candidatos del régimen, luego no pueden gobernar-, lo que nos toca es presionar por todas las vías posibles y trabajar para revertir la situación. Debemos dejar a un lado las superficialidades y entender la necesidad de articularnos en una plataforma de unión y salvación nacional, que privilegie por encima de cualquier interés personal o grupal, la salvación de Venezuela. Una plataforma que procure poner fin y derrotar al conglomerado criminal que nos oprime. Para a partir de ese hecho conquistar plenas libertades políticas, económicas, de opinión, de asociación y de tránsito, entre otras, para que cada ciudadano en Venezuela pueda perseguir y alcanzar su proyecto de vida, sin privilegios ni discriminaciones. A eso estamos apostando y para ello estamos trabajando.