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Aristóteles escribía que la moral solamente puede ser parte de las ciencias políticas; porque para ser político había que estar lleno de virtudes, ya que la política es la búsqueda del bien.

La historia política de Venezuela ha estado siempre llena de episodios tanto heroicos, como lamentables. Laureano Vallenilla Lanz hacía alusión al daño que el populismo y el caudillismo han hecho en nuestro país desde mucho antes de la independencia y el Dr. Ramón J. Velazquez, en su libro “Los héroes y la historia”, hacía mención a la notable lucha que el libertador Simón Bolívar emprendió contra la corrupción administrativa apenas lograda la independencia de Venezuela.

En la actualidad parece que los daños que se denunciaban hace más de 200 años siguen vigentes en la sociedad, cada vez es más evidente que muchos miembros de la casta política actual solo actúan con base en sus apetencias personales y no en los valores de la justicia y el desarrollo de la sociedad.

La falsa premisa de que Venezuela es un país rico -y, por ende, todos debemos serlo por decreto- ha sido la excusa perfecta para que muchos políticos usen esa farsa para hacernos dependientes y ellos administrar nuestros recursos, dando pie a niveles de corrupción que no solo se han registrado en los 22 años de chavismo.

Algunos piensan que los problemas de Venezuela están a niveles de enfermedad crónica. Para muchos es imposible realizar en Venezuela una política distinta y con ética que solo garantice el desarrollo ciudadano. Cuando analizamos bien la frase de Aristóteles nos damos cuenta de que no tiene una política que no tenga como principio ético, la independencia económica y hasta existencial de cada ciudadano en el país.

Otros nos atrevemos a ser más optimistas, a entender que el país no solo reclama una nueva manera de hacer la política, sino que entendemos que sí es posible. Un dirigente político que centre su campaña en ofrecer dádivas a los ciudadanos está matando algo imposible de reponer en un ciudadano: su moral.

Nosotros pensamos y trabajamos por decirle a cada ciudadano que la solución a la grave crisis que hoy vive Venezuela está en las manos de cada ciudadano y que necesitamos un liderazgo serio, con la plena intención de construir una sociedad fuerte y un Estado pequeño, basado simplemente en el cumplimiento de sus competencias en materia de justicia, protección de la vida del ciudadano y la garantía de su libertad de ser y de hacer.

Un liderazgo político que practica la moral crea ciudadanos moralmente listos para las grandes transformaciones. Ya el tiempo del político que solo nos gusta porque es valiente o porque es carismático debe quedar atrás. Antes bien, como sociedad, debemos concentrarnos en impulsar liderazgos con ética.

En Tucupido, vemos miles de casos de personas que han estado en el pasado envueltos en grandes escándalos o que han estado al frente de instituciones y gremios importantes en el municipio y, literalmente, las han destruido. Aún así, se ofrecen como las grandes esperanzas para hacer a Tucupido un pueblo desarrollado.

Gandhi decía: «No se guía con la palabra, sino con el ejemplo». Y allí está el modelaje necesario que como políticos debemos pregonar.

El Tucupido que viene lo haremos entre todos, pero las personas éticas serán más necesarias aún. Tucupido será Tierra de Gracia y lo construiremos sin cómplices ni corruptos.