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Acabo de recibir un documento muy bien escrito, muy bonitico, que explica brevemente los alcances del «Acuerdo Político Nacional». No está hecho para secuestradores, ni criminales. Es un documento dirigido a los demócratas venezolanos y del mundo. A gente afable y consciente. Casi me convence acerca de que sería imposible no suscribir ya un acuerdo escrito así, mesuradamente. Pero la ingenuidad me duró muy poco y regreso a la realidad venezolana en la que actualmente se están cayendo a tiros unas bandas contra policías aquí mismo, en Las Tejerías; hay, hasta donde se sabe, dos agentes muertos. Una cosa es la biblia y los rezanderos, la utopía y los ensueños y otra la cruda realidad.
El texto señala que el Acuerdo en cuestión está «… orientado a la resolución política de la crisis venezolana y a la superación de la dictadura». Todo ello en busca de lograrlo con enjundiosos venezolanos que contarán con el respaldo internacional. Perdí la cuenta de la cantidad de intentos anteriores que no sólo no sirvieron para superar la dictadura (el terrorismo lo llamo con todas sus letras hace rato) sino que de todos los modos posibles prolongaron su accionar macabro hasta hoy, por lo menos.
Las negociaciones, como suele plantearlo Noruega, deben ser realizadas en secreto y sin divulgación pública de los avances (retrocesos diría yo). ¿Los amigos noruegos estarán al tanto de lo que nos ocurre en realidad? ¿Alguien les dará un balance siquiera sobrio de este entuerto político? ¿Cuándo y por qué se extravió la ruta del cese de la usurpación? ¿Qué hace que estemos al día de hoy sin sacar cuentas de quienes intervinieron en los diálogos anteriores como para que sigan vivos en la política como si nada? Algunos de ellos «representándonos» nuevamente, con cara dura, sin que nadie les haya reclamado su evidente y rotundo fracaso permanente. Otros empujando el carro desde aquí, para hacernos tragar esos textos edulcorados. Al menos Guaidó con su bajón en la popularidad y en la credibilidad ha venido pagando sus inconsistencias e incoherencias, propias no solo de las amargas vicisitudes del momento y de lo que enfrentamos. ¿Y los demás? ¿Dónde están esos nombres recurrentes que no pagan?
Estuvieron en la MUD, en La Coordinadora, en la mesita, y ahora en el mocho G4, y siguen y medran, y desvían, y prolongan a Maduro y sus adláteres y allí, duros y ocultos. Me encantaría que circulara una lista con los nombres de todos los dialogantes,  sobre todo los ocultos, claro, no para marcarlos. No para hacerles mofa, ni nada que vaya en contra de sus humanos derechos, pero aunque sea para saber no más. No hablo de los fracasos de Ramos Allup, Capriles, Stalin y así, los más visibles dialogantes entregadores. Hablo de los otros, lo que siempre están allí a la espalda, calladitos, redactando y caminando con carpeticas.
Como aquellos, merecen el ostracismo. El conocimiento del público y el rechazo de saber por parte de la ciudadanía que también prolongaron la estancia de los terroristas en el poder. No digo que todos sean vendidos, «alacraneados», como se ha puesto de moda llamar a personajes muy conocidos que se ponen sus gorros chiquilines sin pena, algunos tal vez lo hicieron con algo de confianza en sus conocimientos y con algo de buena voluntad. El resultado es el mismo. Son parte fundamental de la continua derrota de la adversión política al régimen. Algunos están ahí, siguen ahí, como si nada. Inadmisible. ¿Superación de la «dictadura»? Miren como temblaron cuando apenas se acercó el jefe del Comando Sur a Colombia.
La «dictadura» no se irá con papelitos ni acuerdos. No lo han hecho con las sanciones, como tampoco lo han hecho los cubanos. Esta vorágine, también internacional, requiere de más que de sentarse a mover fichas en el ajedrez. Pero quienes nos acorralan hacia la prolongación o quienes lo han hecho todos estos años, así estén forrados de billete tienen que pagar, no monedas. La deuda es inmensa.