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Parece mentira que la universidad venezolana haya llegado a lo que llegó: fulminada por el régimen, arrodillada por la burocracia ministerial, aplastada deliberadamente por quienes la disfrutaron y parasitaron, y ahora son gobierno. Gobierno ilegítimo y usurpador. La deserción ha sido masiva de los estudiantes y profesores, porque no pueden costear sus estudios ni sostener la casa dictando clases; porque la persecución ha sido implacable que a muchos los ha forzado a marcharse al exterior; porque el liderazgo universitario ha fallado y esto hay que decirlo por toda la calle del medio.

Quedan en la brega, luchando, sectores que no se rinden, pero constituyen la excepción de la regla. Demasiadas veces, la Fracción Parlamentaria 16 de Julio lo advirtió, lo alertó por voz de Luis Barragán y por la mía propia en más de diez, doce o trece sesiones plenarias que se hicieron en la Asamblea Nacional para tocar el punto. Había que hacer las elecciones universitarias de acuerdo al artículo 109 constitucional, pero nunca las autoridades dieron el paso y le facilitaron a los oportunistas el camino para entenderse con el régimen, tratando de correr la arruga. Y ahí está, queman la biblioteca de la UDO y se desploma la UCV, sin ni siquiera soltar una opinión convincente de indignación, mientras que en la ruindad de la USB sólo se oye la voz de William Anseume, presidente de la asociación profesoral, oponiéndose a la idea de hacer las elecciones de acuerdo a la usurpación que ya no tiene interés en hacerlas, pues, ¿total, no la controla hegemónicamente?

Estamos a tiempo de parar la ofensiva gubernamental. Ese proyecto de Ley de Universidades que anda dando vueltas para apuñalar a la universidad debe ser combatido. Por lo menos, ¡digan algo!