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(Los Teques. 06/08/2021) Nos anuncian una nueva reconversión monetaria. Le vuelan otros ceros a la «moneda» y le colgarán su denominación adjunta: digital. El bolívar ya es de mentirijillas. Existe solo oficialmente, porque el dólar lo ha desplazado en las operaciones más elementales de intercambio por todo el país. Así enfrenta el régimen la propuesta de algunos especialistas que plantean su eliminación absoluta.

 

No puede haber fortalecimiento del valor monetario sin producción, sin incremento de bienes y servicios realizados en el país. Tampoco puede haber sin aquello abatimiento de la inflación. Pero esas circunstancias el régimen del terror las sabe muy bien. Juega con la destrucción de cualquier elemento que pueda significar desencadenamiento individual o colectivo. Mientras más sufre la ciudadanía, más requiere de las atenciones oficiales. Así va sustentando su permanencia en el poder, en base a las necesidades de los individuos. Las carencias no resueltas son su poderoso sustento. Alguna dádiva lo convierte en una especie de héroe insustituible. Por ejemplo, si algún día lleva comida en bolsas, si algún día esparce luz o llega el camión del aseo. Ante el incremento de las necesidades, cualquier atención se convierte en suprema.

 

El bolívar no es solo valor de intercambio o impresiones en un billete. El bolívar es sin duda contenedor de un poderoso simbolismo nacional, nacionalista. El régimen lo sabe. El bolívar no puede fenecer definitivamente. Su desaparición implicaría un costo político impagable. Sería para ellos, además, la entrega económica y también simbólica a la moneda de los enemigos gringos. Sería su definitiva claudicación inaceptable. Por eso no dudan en desprenderle cada cierto tiempo el valor que va perdiendo hasta hacerse innombrable prácticamente.

 

Sin temor a las agresiones de quienes apuestan por la sustitución absoluta del bolívar por el dólar, como si en el régimen chuparan mandarinas en cuanto a los temas simbólicos, políticos, sociales o económicos, considero que el bolívar como moneda nacional debe permanecer en el tiempo, así sea así, como simple barajita o baratija que uno consigue arrojada por cualquier calle, a sabiendas de que vale más el papel en que se imprime, la impresión misma o el material en el que se acuñará la nueva moneda que lo que como materia de intercambio verdaderamente representa.

 

Como muchas instituciones devaluadas, degradadas -universidades, Fuerza Armada, Banco Central, Asamblea Nacional, Consejo Nacional Electoral y todas las que componen la organización institucional del Estado- el bolívar debe aguardar un mejor momento para su revaluación. Cuando finalmente obtengamos la libertad, reconstituyamos la República y apuntemos al resurgimiento económico con producción y trabajo, allí deberá estar la moneda, simbólicamente resistente, como los venezolanos, como muestra de nuestro poder contra las fuerzas contrarias que insisten en doblegar a la ciudadanía, sus libertades, sus derechos.

 

William Anseume