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Me parece inoficioso en este momento pasar a enumerar o describir el impacto y consecuencias de los oscuros y peligrosos tiempos que padecemos los venezolanos, que han producido la terrible emergencia humanitaria compleja y la contracción del producto interno bruto (PIB) nacional en un 80% en los últimos años, lo cual ha extendido dramáticamente los niveles de pobreza multidimensional a más del 90% de la población. Definitivamente todo este dantesco cuadro es consecuencia directa del socialismo, populismo y corrupción imperantes en Venezuela desde hace muchos años.

El socialismo vegano y come flor, para poder imponer su “buenismo”, progresivamente fue aumentando el tamaño del Estado, la burocracia y la ineficiencia, que alimentó el flagelo de la corrupción que se desbordó hasta llegar a los niveles actuales. Hoy somos -vergonzosamente- el país más corrupto del hemisferio y uno de los más corruptos del mundo, regidos por un socialismo salvaje y depredador. Y es que no podía ser diferente, porque los socialistas “buenos”, para poder imponer su modelo, cada día se vuelven más autoritarios y abusivos, estimulando gobiernos hipertrofiados e ineficientes, esa es parte de la historia que nos condujo a estos tiempos de barbarie.

En Venezuela necesitamos una nueva dirección política, radical y racionalmente diferente, una que respete el derecho a la vida y que no sea un obstáculo para que cada ciudadano de bien, pueda perseguir y alcanzar su proyecto de vida, además de sus sueños; urge una nueva clase política y social que defienda al libre mercado, a la libre competencia, la igualdad ante la ley, que promueva la innovación, la colaboración y participación ciudadana en los asuntos públicos que nos afectan a todos. Requerimos un liderazgo político decidido a reconciliarse con los ciudadanos y recuperar la confianza perdida, para ello el verbo y la acción deben estar conectados con total verosimilitud.

Después de la barbarie debemos promover e impulsar gobiernos abiertos, como antídoto para construir una verdadera y sólida democracia. Es imperativo que los funcionarios públicos entiendan la importancia de la transparencia administrativa, de la oportuna rendición de cuentas, de fomentar espacios para estimular la participación y colaboración ciudadana. Solo esto hará posible una pronta reconciliación de los ciudadanos con la política, que en definitiva es la responsable de conducir los destinos de los ciudadanos y de nuestro gran país.

El tiempo de los consensos para lograr reacomodos y lavarle la cara a una dirección política errática que nos trae de derrota en derrota, solo interesadas en el reparto de cuotas y espacios entre sus cúpulas desfasadas, se agotó. No representan al país, solo a sus intereses. La ruptura es inevitable y necesaria para poner fin a la decadencia y a la barbarie. La excusa de la unidad para recuperar espacios está desgastada, por más de 30 años se ha convertido en un muro de contención para que nada cambie. ¡Ya basta! Es un recurso impresentable e inaceptable. Venezuela lo que requiere es unir las voluntades y esfuerzos de quienes aspiramos un país libre, democrático y próspero para mostrar una verdadera fuerza libertaria. Somos mayoría, es tiempo de articularnos para ir al encuentro de nuestros iguales, vamos por la libertad, pero esta no nos caerá del cielo, debemos trabajar y cada uno debe hacer su parte.

Ánimo, somos muchos, lo vamos a lograr.

@pgalvisve